jueves, 14 de julio de 2011

Dejad que los competidores se alejen de mí

Dentro de la selva capitalista la virginidad de María nos hace soñar con que deberíamos ser como Cristo, que no tuvo competencia ni del padre ni de hermanos.

Leí partes de la Biblia porque mi mamá me lo sugirió, quizá porque yo no me portaba tan bien como ella deseaba, porque se sentía en la obligación de educarme religiosamente o porque mi abuela había hecho lo mismo con ella.

Luego estudié la Biblia en el liceo (secundario). Esta instrucción formó parte de la larga lista de cosas que yo tenía que saber y que carecían de cualquier utilidad imaginable.

En ese entonces yo estaba perdidamente enamorado de una adolescente de apellido francés y de nombre romántico, su familia tenía campos, ganado, automóviles y para mí lo único importante era salir de la pobreza para poder ofrecerle algo que pudiera atraerla.

Sabía que leyendo la Biblia me alejaba del objeto de mi deseo.

Luego vino la etapa universitaria, revolucionaria, incendiaria, demoledora, castrista, sartreana y felizmente la aparición de una mujer con los pies en la tierra y con ganas irreductibles de formar una familia.

La necesidad de ganar dinero de verdad y dejar para más adelante el cambiar el mundo y construir el hombre nuevo, apareció nuevamente la Biblia.

Ante un inminente fracaso empresarial mi psicoanalista interpretó la desmoralización que me aquejaba diciéndome:

«La historia o leyenda de la Virgen María es el sueño de todo hijo que quiere ser único, sin competencia. Ella representa el mercado y tú aspiras a no tener competidores. Cristo ni siquiera tuvo que enfrentarse al padre porque San José no la había penetrado. Tu ahora sientes que es demasiado sacrificado tener que enfrentarte a los competidores que también quieren disponer del mercado para ellos solos como Cristo dispuso de la madre para él solo».

Nota: La imagen corresponde al óleo del pintor español Bartolomé Estaban Murillo (1617-1682), titulada La virgen de la servilleta.

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