Para evitar lo que nos perjudica necesitamos conocerlo y el amor es el único sentimiento que nos permite conocer.
Como no creo que existan
ingredientes mágicos en nuestra composición como animales humanos, están fuera
de mi alcance intelectual ideas tales como alma, espíritu y Dios. Sencillamente
no los entiendo. Lo más que logro hacer
con ellos es «saber» que muchos seres humanos creen en su existencia y que actúan
como si esas no-sustancias fueran sustancias.
Sí creo en que ignoramos demasiadas cosas de nuestro planeta dentro de
las cuales estamos nosotros mismos, en especial la psiquis que es de muy
difícil acceso pues tiene que observarse a sí misma.
Las emociones parecen ser reacciones
químicas que nos provocan imágenes mentales que suelen ser atractivas (amor) o
repulsivas (odio). Al ser atractivas tendemos a la aproximación y las que son
repulsivas nos inducen al alejamiento.
Cuando tratamos de entender
nuestro entorno para mejorar nuestra adaptación a él, estamos influidos por
estas emociones (sentimientos), constituyéndose en verdaderos obstáculos porque
tanto el amor como el odio nos aproximan o nos alejan de lo que nos gustaría
conocer.
Imagino a alguien que intentara
enhebrar una aguja parado sobre un bote, al atardecer (poca luz) y en una zona
de intenso oleaje. Más concretamente ahora estoy pensando en cómo los humanos
tratamos de conocer el fenómeno de la delincuencia, sacudidos por la furia que
nos provocan los malvivientes. Este sentimiento de rechazo nos impide realizar
una observación confiable («enhebrar la aguja»).
El combate a la delincuencia, (o
a las enfermedades), nos aleja del objeto de estudio y por eso no podemos
conocerlo, es decir, apelamos a procedimientos basados en la ignorancia.
Como sólo podemos conocer amando
(aproximándonos), cualquier solución genuina consistirá en mejorar nuestra
capacidad adaptativa encontrando formas de convivencia lo más agradables
posible.
(Este es el Artículo Nº 1.864)
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