lunes, 27 de enero de 2014

Solo algunos tienen autorización para innovar


En 2013, un pequeño país (Uruguay), despenalizó el aborto y el consumo responsable de la marihuana. Muchos están contrariados.

Quizá no nos moleste mucho que grandes países provoquen grandes avances tecnológicos, sociales, económicos, pero observamos con cierto recelo que pequeños países llamen la atención por sus logros.

Alguien podría pensar que es la envidia lo que nos induce a despreciar los logros que alcancen los pequeños y hasta cierto punto podría ser cierto. Sin embargo podrían existir otros motivos.

Por ejemplo, nos causa malestar que cualquier hecho contradiga nuestras creencias. Si mañana se llegara a la conclusión de que la homeopatía es mucho más efectiva que la medicina tradicional, seguramente nos caería bastante mal la noticia porque estamos convencidos de que la única técnica curativa verdaderamente confiable es la medicina.

Si mañana se llegara a la conclusión de que la filosofía es la única que ha tenido éxitos verdaderos en la justicia distributiva de la riqueza, que nadie como los filósofos han sido capaces de encontrar manera de eliminar la pobreza, seguramente nos caería bastante mal la noticia porque estamos convencidos de que la única ciencia capaz de resolver los problemas económicos es la Economía.

Habría más casos por el estilo. En otras palabras: no aceptamos que los hechos contraríen nuestras creencias más profundas, esas que constituyen verdaderos pilares del psiquismo.

No quiero ni pensar qué ocurriría si en algún momento alguien aportara pruebas indiscutibles de que Dios no existe. No solo el Vaticano debería cerrar sus puertas sino que los creyentes se levantaría en armas enfurecidos contra quien hubiera aportados dichas pruebas.

Lo mismo ocurriría con los ateos si alguien aportara pruebas indiscutibles de que Dios sí existe.

En 2013, un pequeño país llamado Uruguay, despenalizó el aborto y el consumo responsable de la marihuana. Muchos se enojan contrariados.

(Este es el Artículo Nº 2.113)


El auge de las psicopatías en tiempos de crisis


La psicopatía es propia de muchos seres humanos «normales» pero se vuelve problemática en períodos de crisis económica.

El cerebro humano quizá sea el único que padece de incertidumbre. Para compensar esta característica perjudicial, quizá sea el único que puede creer en Dios

Son ‘acción y re-acción’ complementarias: primero sufrimos con la incertidumbre y después creamos la existencia de Dios para aliviar la ansiedad resultante.

En el terreno de la salud mental, por un lado observamos que algunas personas hacen cosas insólitas que nos inspiran temor, para tranquilizarnos salimos a buscar explicaciones, la ciencia nos satura con datos, estadísticas, teorías, opiniones, pero si a alguien se le ocurre profundizar apenas un poquito, descubrirá, lleno de pavor, que la ciencia no está segura de nada.

Lo único que nos queda entonces es aferrarnos a una ilusión, a una fantasía que en definitiva nos ayuda. Las religiones aportan la compañía de otros creyentes igualmente angustiados y entre todos nos consolamos, nos damos ánimo y hasta nos olvidamos de los problemas.

Muchos pueblos están padeciendo una profunda crisis económica desde hace varios años.

En épocas como esta la angustia y la desesperación se convierten en campo propicio para que emerjan con su mayor esplendor nuestros clientes, competidores, jefes y compañeros de trabajo psicópatas.

Por supuesto que la ciencia nos dirá que la psicopatía es un trastorno de personalidad que se manifiesta por una pérdida de escrúpulos y las religiones nos dirán que son «ovejas descarriadas que Dios pone en nuestro camino para probarnos», pero ¿qué hacemos con un acosador, con una brillante manipuladora, frente a un competidor que no reconoce los riesgos, con una compañera de trabajo que sólo respeta sus códigos personales?

Lo que hacemos con ellos es lo mismo que hacemos con cualquier otro fenómeno natural adverso: guarecernos para sobrevivirlo.

(Este es el Artículo Nº 2.087)