martes, 4 de marzo de 2014

La pobreza cristiana observada por un ateo


Los cristianos ¿estarán ayudando a los pobres cuando los alientan a recordar que Jesús renunció a sus riquezas? ¿No habría que recordarles también que Jesús era un ser sobrenatural, omnipotente e inmortal, muy diferente a los pobres humanos?

Es frecuente que los cristianos se auto flagelen incriminándose por no haber llegado a comprender la lógica de Dios y precisamente esa es la parte más razonable que los caracteriza.

La fe y la lógica son funciones que se contradicen, pero  pueden estar presentes en una misma personas precisamente porque los humanos somos contradictorios, ambivalentes e incoherentes.

Con estas afirmaciones no estoy adjetivando ni bien ni mal a los cristianos. Si ellos consideraran que mis juicios son ofensivos, entonces deberían pensar que están criticando a sus propios hermanos de fe.

En un mundo capitalista es aun más incoherente desplegar la fe cristiana. Este contexto socioeconómico los obliga a un mayor esfuerzo de contradicción.

Aun así, este esfuerzo es humanamente posible porque muchos cristianos poseen grandes fortunas y siguen siendo capaces de enriquecerse permanentemente, sin dejar de concurrir a misas, practicar ayunos, rezar, bautizar, contraer matrimonio religioso y otros ritos obligatorios.

Cursa el mes de marzo de 2014 y los católicos viven su fe en Cuaresma. Por eso reflexionan más frecuentemente, escuchan las palabras del Papa y refuerzan su fe al mismo tiempo que refuerzan la contradicción inevitable.

Recurrentemente ponen como ejemplo las acciones y los dichos de Jesús, sin resaltar que él se sabía provisto de poderes asignados por Dios. ¿Qué sería de cualquier ser humano que se supiera provisto de ese poder infinito? ¿Será posible intentar emular a un ser que hizo todo lo que hizo porque se sabía inmortal? ¿No podríamos pensar que los humanos parecemos tan imperfectos solo porque nos comparamos con un modelo imposible de imitar?

A quienes son pobres, porque en ese estado se encuentran debido a las lógicas del mercado capitalista, ¿les será atractivo luchar para progresar económicamente u optarán por imaginarse tan poderosos como Jesús?

Los religiosos que siguen aconsejando imitar a un ser sobrenatural, ¿están haciendo una prédica honesta, responsable, de ‘buen padre de familia’? o, por el contrario, ¿están justificando a los que ya son pobres para que no hagan nada por resolver sus carencias materiales?

Los ateos somos personas que no comprendemos a los cristianos como ellos mismos se entienden, pero ofrecemos la ventaja de observarlos con mayor objetividad. Desde afuera se ven cosas que no se ven desde adentro.

Admítanme una metáfora: Los peces nunca sabrán que están mojados; los que no somos peces, sabemos que están mojados.

(Este es el Artículo Nº 2.138)


La voluntad de los poderosos


Las declaraciones voluntaristas de Ban Ki-moon son, para los más desfavorecidos económicamente, como un salvavidas de piedra para quien se está ahogando.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon (nacido en Corea del Sur en 1944), en un mensaje para conmemorar el Día Mundial de la Justicia Social, indicó que la brecha entre ricos y pobres se expande no sólo entre países, sino también dentro de estos. Destacó que las circunstancias en que una persona nace, donde vive o a qué género o grupo étnico pertenece no deben nunca determinar el nivel de sus ingresos o su acceso a la educación, servicios de salud, trabajo decente, vivienda, agua potable o participación política.

Esta información la extraje del diario digital El Arsenal.net, en su edición del 24-02-2014.

Es importante que exista un Día Mundial de la Justicia Social para asegurarnos de que la INjusticia social tendrá larga vida, en tanto este objetivo (lograr la Justicia Social) nunca podrá ser alcanzado dedicándole un día por año.

Al día siguiente de realizar los actos protocolares que se acostumbran en estos organismos mundialmente inútiles, todos habremos lavado nuestros pecados y seguiremos participando en la Injusticia Social, aunque solo sea como testigos irresponsables, es decir, cómplices.

¿Así que, según Ban Ki-moon, las circunstancias en que uno nace, dónde vive o a qué género o grupo étnico pertenece, no deben nunca determinar el nivel de sus ingresos o su acceso a la educación, servicios de salud, trabajo decente, vivienda, agua potable o participación política?

Parecería ser que “no deben nunca determinar” porque él lo dice, como un Dios que dijera “Hágase la luz” (y la luz se hiciera).

Los hechos parecen insistir en que todos esos factores que Su Majestad de la ONU enumeró, sí determinan y lo hacen fuertemente.

Propongo pensar que estos disparates sean desoídos, que no formen parte de lo que hablamos y escribimos para que las cosas mejoren. ¿Cuánto tiempo perdemos anestesiados por una alocución tan fuera de lugar, por el solo hecho que proviene de una personalidad importante?

Lo que dice Ban Ki-moon equivale a decir que las circunstancias personales nunca deben determinar cómo nos va en la vida. Para él, no es relevante ser católico en Israel, enano en los países nórdicos, tonto en una colectividad híper-competitiva, homosexual en una comunidad homofóbica, torpe pero con vocación deportiva, sordo o miope en cualquier país.

Según este gran personaje de una gran institución (lo digo con ironía), ninguna diferencia debe importarnos porque para eso están las intenciones igualitarias de los híper poderosos y voluntaristas.

Este tipo de declaraciones son, para quienes sufren la peor parte de las desigualdades en la distribución de la riqueza, como tirarle un salvavidas de piedra a quien se está ahogando.

(Este es el Artículo Nº 2.132)


Festejo falso


Opino que el festejo de goles de los futbolistas profesionales forma parte de las prácticas más engañosas de la industria del espectáculo.

Si tomamos en cuenta que personas muy inteligentes creen en la existencia de Dios y hasta organizan su vida contando con la influencia de esa entidad de realidad indemostrable, podemos creer casi cualquier otra cosa; seguramente de algún lado sacaremos evidencias que justifiquen la afirmación que se nos ocurra.

Aunque no tengo mucha experiencia en el asunto, sí llevo décadas haciendo zapping con el televisor y, he acá lo sorprendente: los jugadores de fútbol, cuyas transferencias suman millones de euros, que ganan por mes el equivalente a la totalidad de los sueldos de algunas pequeñas comunidades, festejan los goles como si estuvieran divirtiéndose en una despedida de soltero.

Pero claro, la industria del espectáculo es así:

— las coristas de un teatro de revista siempre sonríen aunque estén con menstruación dolorosa o acaben de pelearse con el hijo drogadicto;

— después de haber cantado miles de veces el único tema que le ha dado de comer durante décadas, el cantante se retuerce de angustia, de amor, de pasión, de desesperación. La voz y las manos le tiemblan; cuando termina, queda en trance por unos minutos para aportarle credibilidad al sentimiento impostado;

— el policía toma nota de la denuncia de hurto, frunciendo el entrecejo, torciendo la boca disgustado por la inseguridad ciudadana imposible de controlar, pidiendo más y más datos para que el vecino salga de la comisaría convencido de que en pocos segundos, varios patrulleros saldrán del garaje, con las sirenas abiertas, en varias direcciones, saturados de policías furiosos, blandiendo sus armas, para capturar y despedazar in situ a los malvivientes que le robaron al pobre hombre, quien, sin querer, dejó la puerta de su casa entornada y que, por ese motivo, cosa aun más grave, los policías tuvieron que interrumpir una divertida partida de naipes con los presos.

Pues sí: los seres humanos somos infinitos. No hay experiencia suficiente que impida sorprenderse con sus acciones. Felizmente, por ahora, no somos capaces de conocer las intenciones. El día que eso suceda, los trabajadores que atienden público y hasta los propios psicólogos, deberán estar preparados como para resistir alternativas similares a las que demanda un viaje intergaláctico.

Pero, por favor, está bien que hasta los más brillantes físicos, químicos y matemáticos crean en Dios, pero no sigan creyendo en la alegría de los que hacen goles y hasta se manosean como homosexuales exhibicionistas: es una farsa demasiado grotesca.

(Este es el Artículo Nº 2.149)


La Iglesia Católica evita un genocidio


La Iglesia Católica es imprescindible porque los humanos no sabemos organizarnos sin desigualdad en el reparto de la riqueza.

Nos dice el Papa Francisco I en uno de sus mensajes de Cuaresma (febrero de 2014):

«Así, explica Francisco, “la pobreza de Cristo es la mayor riqueza”, y Cristo “nos invita a enriquecernos con esta rica pobreza y pobre riqueza suyas”. Es más, “la riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza”.»

Para que nadie quede sin entender este párrafo, les informo que el mismo integra un texto que se titula La pobrísima riqueza y la riquísima pobreza - A la miseria material se la combate con la caridad, a la moral y a la espiritual con la misericordia. (1)


Como usuario del idioma, me cuesta entender el párrafo entrecomillado. Quizá si yo no fuera ateo lograría una mejor comprensión.

Sin embargo, les comento a quienes sí lo entienden: En general, la Iglesia Católica le hace suaves recomendaciones a los ricos para que regalen un poco más de las fortunas que ganan honradamente y alienta a los pobres para que toleren, sufran, soporten, aguanten.

Si mal no entiendo, la Iglesia Católica les dice a sus creyentes que imiten a Cristo: en su infinita bondad, en la austeridad de su vida, en la resignación ante la injusticia, que incluye dejarse matar en una máquina de tortura (la cruz).

¿Qué logra la Iglesia Católica con esta actitud, que ya lleva varios siglos? Lo que logra con su prédica es apaciguar los ánimos, evitar los estallidos sociales que podrían ocurrir cuando se informa que las 85 personas más ricas del mundo poseen la misma cantidad de recursos materiales que los 3.750 millones de personas más pobres del planeta (es decir, la mitad de la población mundial) (2).

El agua bendita que utilizan en sus ritos parece apagar un incendio inminente, por el cual la minoría más adinerada tendría que perecer descuartizada por una mayoría indignada ante la obscena desigualdad en la distribución de la riqueza.

Una posible explicación de por qué convivimos ricos y pobres sin matarnos, es:

En nuestra especie solo sabemos organizarnos generando fuertes desigualdades en la distribución de la riqueza. Para evitar el genocidio de los ricos a manos de los pobres, la Iglesia Católica, como si fuera una Agencia de Publicidad, se encarga de enfriar los ánimos, por lo cual los ricos le pagan grandes sumas de dinero, cuya aplicación puede observarse en la riqueza fastuosa que vemos en el Vaticano y en casi todas las iglesias del planeta.

Conclusión: si los ricos no mantuvieran económicamente a la Iglesia Católica, serían ajusticiados y no existirían empresas donde ganarnos el pan de cada día.

(1) Ver artículo de ALETEIA

(2) Resumen del informe anual de Oxfam, presentado en la cumbre de Davos llevada a cabo a comienzo de 2014.

(Este es el Artículo Nº 2.119)


Humanos sexualmente inhumanos


Fuimos educados para que nuestra conducta sexual imite a la del resto de los animales y para que reprima las prácticas exclusivamente accesibles a nuestra especie. Fuimos educados para ser sexualmente inhumanos.

Es probable que muchos hispanoparlantes  hayan sido educados teniendo en cuenta dos principios morales muy fuertes:

1) Debemos tener relaciones sexuales sólo para concebir hijos, es decir, sin barreras anticonceptivas; y

2) Toda otra práctica sexual que no tenga por objetivo la reproducción es perversa, amoral, condenable.

Estas dos importantes normas de conducta íntima, se pregonan en un contexto filosófico según el cual, el ser humano es un ser superior a los animales, hijo de Dios, y rey de todos los seres vivos.

En otras palabras, se nos hizo pensar que el resto de los seres vivos son inferiores a nosotros y que tenemos sobre ellos todos los derechos que podría tener hasta el soberano más desconsiderado con sus gobernados. Por este motivo, podemos usarlos para que trabajen en nuestro beneficio y hasta podemos matarlos para comerlos y alimentarnos.

En suma: se nos dijo que los seres humanos no somos animales y que solo debemos practicar relaciones sexuales con fines reproductivos, porque si utilizáramos el placer sexual con fines exclusivamente placenteros, estaríamos vulnerando la moral, estaríamos dejándonos llevar por los instintos, como si fuéramos animales.

Este artículo tiene por único objetivo compartir la siguiente reflexión:

Ningún ser vivo, excepto los humanos, tiene prácticas sexuales por diversión. Todos copulan solo para reproducirse. Parece que no saben jugar o no les interesa. Como están condenados a obedecer a sus inflexibles instintos, sus relaciones sexuales son mecánicas, incontroladas por ellos. Es decir, según lo que nos han enseñado, el resto de los animales cumple con esa norma moral que nos fue inculcada: solo copular para reproducirnos.

Conclusión: fuimos educados para comportarnos como cualquier animal, excepto como los seres humanos, porque somos los únicos que podemos masturbarnos, ser homosexuales, fornicar por puro placer utilizando barreras anticonceptivas.

La moral con la que fuimos educamos nos induce a reprimir las características de nuestra especie y nos induce a copiar la característica del resto de los animales.


(Este es el Artículo Nº 2.133)


El temor a una vida sin medicina

Así como para los antiguos era honroso temerle a Dios, hoy en día parece inteligente temerle a una vida sin medicina.

El cuerpo humano no es una máquina. En todo caso, algunos humanos muy ingeniosos han copiado funcionamientos de nuestro cuerpo para fabricar máquinas parecidas.

No es una máquina porque permanentemente está transformándose, regenerando tejidos, combatiendo atacantes microscópicos, adaptándose al medio. Ninguna máquina hace eso.

Claro que a la medicina y a los fabricantes de medicamentos les generan muchas ganancias que nosotros hagamos trabajos de mantenimiento (medicina preventiva) como si fuéramos un vehículo que, cada tantos kilómetros, necesita renovar los lubricantes, revisar los frenos, las luces y demás rutinas mecánicas.

Los humanos no necesitamos ninguna medicina preventiva y mucho menos tareas de mantenimiento.

La anatomía de los seres vivos en general funciona sin ayuda especializada, excepto en algunas contadas excepciones. Por ejemplo, la fractura de un hueso se auto-repara mejor si alguien enfrenta bien los dos fragmentos, para que solos, sin ayuda de nadie, sin medicación, sin tratamientos artificiales, se vuelvan a soldar.

Esta creencia en que somos máquinas que tienen que ser atendidas casi permanentemente por algún mecánico no es acertada por la sencilla razón que NO SOMOS MÁQUINAS.

El negocio generado en torno de la medicina ha logrado hacernos creer que ellos son socios ineludibles de la existencia. En nuestra cultura se cree que sin medicina no se puede vivir.

El carácter monopólico que tienen nos impide saber qué enfermedades nos provocan esos productos químicos que tragamos todos los días, como si fueran ostia bendecidas que nos aseguran vida eterna.

No soy optimista respecto a este tema. Creo que la industria de la medicina seguirá intoxicándonos por muchos años más, para generarnos una sensación de que estamos protegidos de todo mal, enfermedad o muerte.

Así como para los antiguos era honroso temerle a Dios, hoy en día parece inteligente temerle a una vida sin medicina.

(Este es el Artículo Nº 2.132)