sábado, 4 de octubre de 2014

Las hormigas son las preferidas por Dios



 
La ciencia también es un relato que nos cuenta cómo es la realidad actualmente. Con el tiempo, ese relato cambia. En este relato Mariana sueña cómo es Dios «realmente».

Desde pequeña Mariana intuyó que era una niña diferente a las demás. No podía hacer lo que la madre le pedía, ni lo que la maestra le ordenaba, ni aceptar plenamente el catecismo.

En estas lecciones se mantenía callada. Los catequistas estaban convencidos de que ella asimilaba la Historia Sagrada con devoción. Lo creían así porque la niña tenía la capacidad de recordar, no solamente los contenidos de cada día de clase sino también el tono con el que fueron enunciados.

La buena memoria le permitía evocar todas las preguntas con sus respuestas, más sus propias preguntas y sus propias respuestas, generalmente distintas a la doctrina católica.

En otras palabras, Mariana conocía dos Historias Sagradas: la que intentaron inculcarle y la propia.

Tenía sueños místicos en los que Dios le decía cómo son las cosas en realidad. En esos sueños, corría a la casa de Abuelo, y ahí era ella quien hacía preguntas y era el propio Ser Maravilloso quien se las respondía.

Fue entonces que se enteró, con profunda tristeza, que Él no es la fuente universal de toda energía sino que solo es el proveedor de la energía vital. Se enteró que Abuelo no tiene control sobre los mares, ni sobre los vientos, ni sobre los terremotos. Estas otras expresiones de la Naturaleza a Él también Lo someten.

Supo que no es capaz de adivinar el pensamiento. Si se entera de algo es porque puede oír lo que decimos todos quienes recibimos la energía vital que nos provee. Puede oír a los humanos, a los otros animales, a las plantas, a los microorganismos. A todos.

Cuando la niña le contó sobre su primer orgasmo, Abuelo sonrió y le explicó que Él prefiere a las hormigas, más que a cualquier otro consumidor de su energía vital, porque son las que con su constante trajinar, lo mantienen en un permanente goce corporal, muy similar a eso que sintió Mariana cuando se masturbó.

(Este es el Artículo Nº 2.238)