martes, 6 de mayo de 2014

La normalidad de los deseos incestuosos



 
Gran parte de la angustia que nos acompaña a lo largo de toda la vida está provocada por no poder hablar de cómo vivimos los inevitables deseos incestuosos.

El tema del incesto, y su prohibición, es difícil de tratar precisamente porque así está planteado en nuestra cultura: se lo prohíbe pero sin dar explicaciones.

Algunos se han inventado una explicación seudo-científica asumiendo como fundamento que la descendencia gestada en esos términos es defectuosa o monstruosa. Esto no es cierto. Otros han recurrido a considerar que se trata de una imposición hecha por Dios.

Lo preocupante de esta situación casi universal refiere a que, por no poder comentar los deseos incestuosos, terminamos creyendo que solo están en cada uno de nosotros, como si fuéramos los únicos enfermos capaces de tener deseos tan desnaturalizados.

Pretendo compartir con usted que todos sentimos alguna vez deseos de formar una familia con un ser muy querido, que además era un familiar en primer o segundo grado (padres, abuelos o hermanos).

Si bien aceptamos de buen grado el sentimiento de amor, rechazamos ferozmente la sexualidad entre ciertos grados de parentesco.

Lo importante es saber que:

1) No existe acuerdo sobre cuál es la causa de esta norma cultural. Por lo tanto podemos asegurar que existe la prohibición pero no sabemos por qué;

2) Así como no están prohibidos los deseos de matar o de robar, tampoco están prohibidos los deseos de cometer incesto, lo que sí están prohibidos son los actos. Por lo tanto, todos podemos desear lo que queramos pero lo que no podemos es matar, robar o cometer incesto;

3) Es importante saber que todos tenemos estas intenciones y que solo una minoría cede a ellas y las actúa. De tal forma que son normales esos deseos y no tenemos por qué olvidarlos, desconocerlos, negarlos, pues las únicas que serán castigadas serán las acciones delictivas;

4) La prohibición del incesto es un caso especial porque no podemos comentarla. Por esta imposibilidad de socializar nuestros sentimientos, estos se convierten en verdaderas bombas de tiempo, que nos llenan de dudas, de baja autoestima, de inseguridad sobre todos nuestros gustos, deseos, intenciones, sentimientos. Este silencio arbitrariamente impuesto quizá sea la causa principal de la angustia que nos acompaña toda la vida.

 (Este es el Artículo Nº 2.206)

Por qué cobrar y cuánto

 
Hablar de dinero es difícil para todos, pero teniendo algunas ideas claras, esa dificultad desciende considerablemente.

Es bueno tener las ideas claras. Cuando esto ocurre actuamos con más aplomo, seguridad, serenidad. A su vez, nuestros interlocutores sienten nuestro estado de ánimo y responden a él dándonos su aprobación, su preferencia y hasta su amistad.

Tener las ideas claras no significa disponer de alguna verdad indiscutible: ¡para nada! Las personas religiosas suelen tener ese aplomo contagioso que genera un halo de aprobación y, sin embargo, creen en algo tan inverosímil como es Dios. Por lo tanto acá tenemos dos ideas importantes:

1) Quienes tienen sensación de seguridad anímica inspiran confianza en los demás y estos reaccionan dando su aprobación, aceptándolos socialmente, brindándoles confianza, eligiéndolos como amigos;

2) Las ideas religiosas, que parecerían ser totalmente inútiles por su carencia de fundamento, son útiles para generar ese estado de seguridad, que no por su falta de realismo es menos efectivo.

En suma: cuando estamos seguros de todo, sin importar el realismo o el delirio utilizado para acceder a ese estado, generamos buenas relaciones interpersonales.

Otra forma de adquirir esa actitud beatífica es conociendo explicaciones de cómo y por qué hacemos lo que hacemos.

En este video les comento una historia personal en la que un razonamiento de mi madre es traído al presente y al Cyber-espacio.

En pocas palabras, esa idea de ella tenía que ver con el trabajo y la remuneración:

Cuando trabajo para otro puedo imaginar que trabajo para mí mismo y que, cuando el verdadero destinatario de mi producción me paga, lo que me paga es lo que dejé de ganar por hacerle el trabajo o, quizá también, como digo en el video, lo que me paga es lo que yo necesité para vivir durante esos días en los que le dediqué mi esfuerzo, tiempo y profesión.

El progreso económico ocurre cuando cada vez más personas nos piden ocupar su lugar haciendo algo para ellas, con el mismo amor que sentiríamos si el trabajo fuera para nosotros.

Hablar de dinero es difícil para todos, pero teniendo algunas ideas claras, esa dificultad desciende considerablemente.

(Este es el Artículo Nº 2.186)


El miedo es un aliado



 
Comento dos hipótesis de por qué tanta vergüenza provoca en la mayoría, preferentemente masculina, confesar que sienten miedo.

¡Qué error estratégico cometemos cuando tratamos de disimular que tenemos miedo!

Es tan erróneo que hasta los más tontos saben cómo apelar a este ocultamiento para vencernos.

Por el contrario, si aceptamos la verdad más pura, esto que: tenemos miedo a sufrir, a pasar vergüenza, a tener pérdidas, a los truenos, a los fantasmas, o a lo que sea, por más ridículo que alguien pueda imaginar, ni el más tonto ni el más inteligente podrá burlarse de nosotros por exhibir algo que reconocemos antes que nadie: «Tengo miedo, sépanlo, no lo oculto».

A partir de esta declaratoria, tan sincera, podremos decir con total serenidad cuántas propuestas ajenas no queremos aceptar.

Probablemente, la clave para disponer mejor de nuestro propio deseo está en reconocer cuánto tememos, sin avergonzarnos, porque además, le tenemos miedo al ridículo, por eso evitamos simular un heroísmo que nadie posee, excepto en la ficción.

En el video les comento dos hipótesis que explicarían cómo llegamos a tener vergüenza de tener miedo.

1) En tiempos en que era frecuente la convocatoria a integrar el ejército, se impuso el prejuicio de que solo los despreciables cobardes temían morir. Todos tuvieron que ocultar su condición humana con tal de no ser catalogados de manera tan denigrante como llegó a ser el diagnóstico de ‘cobarde’. Los pobres infelices que se hicieron matar infamemente por las locuras de algunos gobernantes, fueron ingenuos ciudadanos que creyeron firmemente en ese diagnóstico de cobardía;

2) Las religiones colaboraron con estos genocidios, alentando a la valentía en connivencia con los gobernantes desquiciados, pero agregándole un segundo motivo de exclusiva conveniencia. Dios siempre fue una figura temida por sus creyentes. Lo que suelen llamar amor no es otra cosa que terror a la infinita capacidad destructiva que se le asigna. Si los fieles ocultan su temor y confiesan valentía están tratando de decir que lo aman por la supuesta bondad y no por terror.

(Este es el Artículo Nº 2.203)

La prohibición del incesto y Dios



 
Tener que aceptar la infundamentada prohibición del incesto y la indemostrable creencia en Dios, hace que nuestro cerebro sea considerado un órgano defectuoso, en el que no podemos confiar. Esto explica por qué tantas personas son pobres porque no tienen capacidad para ganarse la vida.

Somos educados para ser pobres y esa educación quizá sea de las más efectivas, porque nos llegó por el lado del autoritarismo.

Cuando un niño pregunta por qué no puede tocar a la hermana y dónde está Dios, se le dan respuestas descabelladas, insólitas, y fundamentalmente erróneas.

En esos temas tan importantes como son la sexualidad y la noción de cómo es la realidad en la que tenemos que actuar, recibimos órdenes injustificadas o explicaciones indemostrables.

Esto nos sume en el primitivismo, en la obediencia de esclavo. Nos imponen ideas, que a todas luces son arbitrarias y seguidamente se nos amenaza con severos castigos, ya sea si transgredimos la prohibición o si desconocemos a Dios.

Es una educación humillante en la que se nos confirma que nuestro intelecto, nuestro cerebro, funcionan mal.

Para cualquiera es normal que si el cerebro falló una vez, por ejemplo, en no entender por qué una niña no puede tener hijos con el hombre que más ama pues, casualmente, es el padre y luego falla otra vez porque no logra entender qué es eso de Dios, quien nos mira sin que podamos verlo, quien nos oye sin que podamos oírlo y otras asimetrías por el estilo, si el cerebro nos falla en dos ocasiones tan importantes, es normal que dejemos de creer en nuestras ideas, en nuestras opiniones, en nuestras decisiones, en nuestros sentimientos, en nuestras percepciones sensoriales.

La inseguridad que nos provocan estas dos arbitrariedades impuestas por la fuerza, nos predispone a no ser capaces de ganarnos la vida, a no ser capaces de ofrecer nuestro trabajo, a no animarnos a negociar un salario, a no saber buscar con quien formar una familia, a temer que nuestros consejos perjudiquen a nuestros hijos.

En suma: estas dos groseras irregularidades vigentes en nuestra cultura (prohibición del incesto y Dios), forzosamente generan civilizados particularmente inseguros, emocionalmente inmaduros e intelectualmente subdesarrollados.

(Este es el Artículo Nº 2.177)