jueves, 6 de junio de 2013

La rigurosa elección del futuro padre



 
Les comento dos hipótesis de por qué las mujeres eligen al padre de sus hijos entre pocos candidatos.

Les plantearé dos hipótesis tan indemostrables como las teorías sobre el origen del cáncer o sobre la existencia de Dios.

Que mi planteo sea menos conocido que las mencionadas creencias no le quita mérito sino algo de popularidad.

Las mujeres no tienen hijos con cualquiera, son precisas, cuidadosas, masivamente excluyentes. Discriminan con furia a la mayoría de los varones.

Por el contrario, los varones somos generalistas, tolerantes, abarcativos, ecuménicos, masivamente incluyentes. Si por algo cuidamos dónde depositar nuestro semen es por razones culturales, legales, económicas. De no ser por estas limitantes tendríamos sexo con cualquier mujer que apenas se insinuara interesada en nuestra fertilizante presencia.

Me pregunto: ¿Con qué criterio las mujeres nos seleccionan con tanto rigor? ¿Por qué eligen entre tan pocos varones para ser padre de sus hijos?

Hipótesis 1: Ellas tienen un sexto sentido por el que «saben» qué varón cuenta con la dotación genética que mejores ejemplares gestará al combinarse con la dotación genética de ella.

Esta hipótesis parece lógica, sobre todo para quienes conocemos manifestaciones de ese sexto sentido para las cosas trascendentes.

Con esa capacidad supra normal, (sexto sentido), quizá no se den cuenta que el marido hace una doble vida porque eso no es tan trascendente como la dotación genética de sus hijos.

Hipótesis 2: Ellas sueñan con sus futuros hijos. «Los ven», no solo antes de parirlos sino antes de concebirlos.

Como dato lateral, obsérvese que el verbo «concebir» tanto significa «quedar embarazada» como «formar idea, hacer concepto de algo».

Así como en los sueños «vemos personas» desconocidas que en realidad son la condensación de los rasgos de varias personas, ellas sueñan con maravillosos hijos poseedores de rasgos propios y del padre elegido.

(Este es el Artículo Nº 1.919)

Consultamos a quien defienda nuestro deseo



 
Cuando dudamos si hacer lo más agradable o lo más conveniente, consultamos a quien seguramente nos recomendará lo más agradable.

Las precauciones que tomamos para equivocarnos son sabias, inteligentes, prolijas, casi infalibles.

Repito: las precauciones que tomamos para equivocarnos, para no acertar, para evitar hacer las cosas bien, son casi siempre eficaces, excepto que tengamos mala suerte y terminemos haciendo las cosas bien.

Lo que generalmente nos ocurre es que estalla algún conflicto en nuestra mente que nos pone en duda sobre si haremos lo que más nos gusta o haremos lo que más nos conviene.

Ocurre que todo el mundo piensa que debe hacer lo racionalmente correcto pero cuando le toca ser racional evita por todos los medios las incomodidades que pudieran surgirle.

Lo racional es eso que piensa la cultura, lo que la costumbre ha instituido como el «deber ser», lo moralmente correcto, aquello que defienden quienes tienen más poder, tales como médicos, sacerdotes, gobernantes.

Lo que más nos gusta es lo que está sugerido por el instinto, por nuestra verdadera esencia, por el funcionamiento natural de nuestro organismo, por las emociones que más nos aman.

El conflicto es en última instancia la lucha permanente entre la cultura represora y el deseo libertario, entre lo que les gusta a los demás y lo que nos gusta personalmente, entre lo que tenemos que obedecer según los mandatos que rigen nuestra vida y lo que tenemos que obedecer según los mandatos de la Naturaleza que rige nuestra vida siempre que puede, siempre que logra escaparse de los intentos ajenos de dominarnos, aprovecharnos, explotarnos.

En esta lucha tratamos de «quedar bien con Dios y con el Diablo», pero si decidimos consultar opiniones ajenas nos aseguraremos de que nos recomendarán lo que más nos gusta y no lo mejor que intentamos evitar.

(Este es el Artículo Nº 1.913)

La soledad hormonal




La mujer dejará de estar acompañada cuando la hormona que la estimula a fecundar desaparezca de su cuerpo.

Como les he comentado veces anteriores creo que somos animales igual que los otros aunque con una autopercepción que nos hace creer superiores a las otras especies.

Esa autopercepción (subjetividad) nos induce a creer inclusive historias tales como que el Universo fue creado por un ser infinitamente superior, con quien mantenemos un vínculo especial. Suponemos algo parecido a que ese Ser es como un monarca que nos alhoja en su castillo mientras que el resto de los seres vivos vive alejado del monarca-Dios. Los humanos somos de la realeza, somos cortesanos que vivimos en un palacio mientras que todos los demás seres vivos son nuestros súbditos, viven alejados del palacio real.

¡Si no fuera cómico sería patético!

Pero tampoco olvidemos que puedo ser el único equivocado y que efectivamente existe Dios y que los humanos somos sus hijos elegidos. No lo descarto. Ya me he equivocado varias veces al decir lo que pienso.

Mientras averiguamos quién tiene razón les comento algo sobre la soledad hormonal, hipótesis nueva que algún día quizá se confirme.

Cuando me refiero a la soledad hormonal quiero decir lo siguiente:

Los ovarios segregan hormonas que obligan a la mujer a buscar un varón que la fecunde. Cuando esto sucede ella nunca está sola, recibe mensajes de texto, flores, bombones, acoso sexual, miradas.

Por lo tanto, no es que ella sea encantadora sino que sus ovarios están segregando una sustancia que atrae a algunos varones y también a algunas mujeres.

Esa hormona puede seguir existiendo en el torrente sanguíneo de la mujer aún cuando se encuentre en la etapa post-menopáusica.

La mujer dejará de estar tan solicitada y acompañada cuando esa hormona disminuya o desaparezca de su cuerpo.

Colaboradores interesados




Quienes agradecen con devoción los favores recibidos quizá sean colaboradores solo con quienes están en condiciones de pagarles.

Con un poco de buena voluntad e imaginación, podemos desarrollar algunas ideas respecto a un gesto muy humano: mirar hacia arriba para agradecer o para implorar.

Encontramos un mismo gesto para expresar gratitud y para pedir ayuda. Esto nos podría sugerir que ambos sentimientos están emparentados aunque racionalmente parecen opuestos.

Un vínculo posible entre esos sentimientos opuestos sería algo así como que agradecemos para que, quien sea que nos haya ayudado, (generalmente se piensa en Dios), tenga en cuenta que somos personas a quienes vale la pena ayudar porque somos agradecidas.

El razonamiento que subyace a ese gesto de agradecer e implorar mirando hacia arriba, nos permite suponer que quienes lo hacen son personas que solo ayudan a quienes agradecen.

El agradecimiento es una especie de remuneración que recibe quien ayudó. Ese agradecimiento a veces sugiere algo más cuando se agrega la frase «¡que Dios se lo pague!», en cuyo caso estamos entendiendo que los favores, las ayudas, las colaboraciones tienen un valor que merece ser pagado.

En esta línea es posible pensar entonces que aquellas personas que agradecen al cielo, (o al techo), mirando hacia arriba con frases de gratitud son personas que en caso de colaborar con alguien necesitan, demandan o exigen que se les pague, o que por lo menos se les agradezca.

En suma: quienes agradecen con devoción los favores recibidos, en caso de colaborar con alguien esperan ser retribuidos, esperan algo a cambio, (gratitud, regalo, otro favor, dinero), y no puede decirse de ellos que son colaboradores desinteresados, en todo caso podría decirse que son colaboradores con quienes están en condiciones de pagarles con gestos de agradecimiento, con favores similares futuros, con pagos materiales efectivos.

(Este es el Artículo Nº 1.887)

Nos educan para no ir a la cárcel




Los centros educativos nos enseñan técnicas para DOMINAR, CONQUISTAR, con-VENCER, pero sublimando una agresividad que nos convertiría en delincuentes.

Quienes practican el arte, oficio o deporte de la pesca son personas que dedican mucho tiempo a comprender la conducta de sus víctimas.

Dicho en estos términos es posible acercarnos al concepto «sublimación» que intenté comentarles en otro artículo (1), en el que sucintamente les decía que nuestras peores intenciones, esas que si las dejáramos actuar nos mantendrían en una cárcel en forma vitalicia, nunca desaparecen pero pueden ser recicladas y convertidas en otras socialmente aceptadas, de forma tal que satisfacemos nuestras peores intenciones aunque de tal forma que la sociedad ni lo nota ni nos castiga.

Quienes pueden sublimar, quedan bien con Dios y con el Diablo, dan trámite a su vocación más antisocial pero disfrazada de tal manera que recibe la ovación de quienes no entendemos qué está haciendo en la intimidad de su psiquis (está sublimando).

Las escuelas, liceos, universidades, tanto del sector público como del sector privado, suelen poner su plantel de profesores al servicio de nuestras técnicas para disfrazar las peores intenciones, esas que nos convertirían en eternos presidiarios.

Así como los pescadores dedican horas de paciente observación, a practicar «ensayo y error» y a robarse información entre ellos (pues los datos más importantes solo se trasmiten de padres a hijos), los institutos de enseñanza que preparan a los jóvenes para ingresar al mercado laboral tratan de enseñarles técnicas sobre cómo dominar un oficio, cómo conquistar un mercado, cómo con-vencer a los clientes o a los empleados (eufemísticamente denominado Administración de los Recursos Humanos).

Como vemos, estas enseñanzas ofrecen técnicas para DOMINAR, CONQUISTAR, VENCER, es decir, enseñan técnicas para sublimar esa agresividad e instinto depredador que de lo contrario nos convertiría en delincuentes permanentemente encarcelados.


(Este es el Artículo Nº 1.884)