El «capitalismo» es un sistema aceptado por el Vaticano, aunque sugiere no usar la palabra «capitalismo».
Mi cerebro segrega toxinas irritantes cada vez que le propongo creer en Dios.
Sin embargo reconozco que tengo una simpatía especial por quienes sí están capacitados para acceder a esos sentimientos sin creerse superiores a los demás semejantes.
Es por esta humana dualidad que podría haber sido amigo del papa Juan Pablo II y de hecho lo fui aunque él no se enteró.
Una encíclica es una carta que envían los papas a sus fieles. Como es norma, los clérigos sólo ponen por escrito aquello de lo que nunca podrían arrepentirse. Por eso son tan escasos los documentos que suscriben y su contenido es digno de referencia porque superó controles de calidad de gente que no admite equivocarse.
La Encíclica Centesimus annus (1) dice en su apartado Nº 42 algo bastante confuso pero que podría traducirse como que el comunismo ya demostró su ineficacia (aludiendo a la caída de la U.R.S.S.) y que por lo tanto la humanidad por ahora sólo cuenta con el capitalismo.
Esa fobia de tan altas jerarquías eclesiásticas a cometer errores los obliga a moderar la nitidez conceptual de cada sustantivo importante que suscribe.
Efectivamente, los adjetivos debilitan al sustantivo que modifican.
En ese apartado Nº 42 (como ya dije, algo confuso), Juan Pablo II decía que por «capitalismo» pueden entenderse dos sistemas: uno inaceptable porque salvajemente permite olvidar a los más débiles y otro aceptable, caracterizado por sus rasgos humanitarios.
Para este «capitalismo» aceptable, la Encíclica dice textualmente: «aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre».»
En suma: La Encíclica propone a sus fieles que acepten el «capitalismo» pero que preferentemente lo llamen de otra forma.
(1) La versión oficial, traducida al español, está en http://www.vatican.va/edocs/ESL0081/__P6.HTM
(Este es el Artículo Nº 128)
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