domingo, 7 de abril de 2013

Cualquier pequeña ayuda nos alcanza


Tenemos muchas necesidades pero cualquier pequeña ayuda nos alcanza. No necesitamos a un ser superior, mágico y omnipotente (Dios).

Me declaro humanamente feliz, es decir, sin grandes pretensiones: a veces estoy contento y otras veces estoy triste, como todo el mundo. Me parece que no podemos pretender más que eso.

Para sentirme satisfecho no necesito ser romántico, ni creer en Dios, ni pensar bien de los integrantes de la especie. Por el contrario estoy convencido de que el amor es un sentimiento sublime porque nos gratifica orgánicamente, pero que es la sensación subjetiva de contar con alguien a quien necesitamos, es decir, que amar es imaginar que el ser amado nos dará lo que necesitemos, ... como hizo nuestra madre.

Estoy convencido de que Dios no existe sino que se trata de una fantasía necesaria para disminuir nuestra ansiedad, miedo, angustia, apelando a la esperanza y a la ilusión, es decir, apelando a formas de distorsionar la realidad, de mentirnos, de engañarnos como a niños.

Para acceder a mi modesta felicidad que me tiene conforme, tampoco quiero creer que los humanos somos una especie maravillosa, superior a las demás. Por el contrario creo que valemos lo mismo que cualquier otra y que, como nos necesitamos mutuamente de tan débiles y vulnerables que somos, nos amamos. Podemos amarnos a pesar de no ser tan excepcionales.

En otras palabras, no tenemos necesidad de imaginarnos maravillosos para poder amarnos. Se puede ser humanamente feliz sin engañarnos con sobrevaloraciones. El amor brinda felicidad, pero para sentirlo no es imprescindible imaginar que el o los seres amados, son seres superiores, maravillosos.

Nuestros seres amados pueden ser vulgares, comunes y corrientes, porque somos tan vulnerables que las ayudas que necesitamos no tienen por qué provenir de seres mágicos omnipotentes, (Dios), ni de seres humanos extraordinarios.

(Este es el Artículo Nº 1.842)


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