domingo, 8 de mayo de 2011

El poder de lo impronunciable

Un trauma es una experiencia que no podemos describir, representar, dibujar, simbolizar. Nos ocurre por accidente pero también es usado por los gobiernos, religiones y publicitarios.

«¡Esto no tiene nombre!»: «Mira, no tengo palabras para decir lo que presencié»; «¡Nos dejó mudos de espanto!», … hay varias expresiones para describir lo que no se puede describir.

Contamos con algunos adjetivos para calificar aquello de lo que no se puede hablar: inefable, impronunciable, indecible, inenarrable y quizás existan otros que no recuerdo.

Las cosas, sucesos o fenómenos que puedan calificarse como inefables, o son maravilloso, geniales, sublimes o son terroríficos, espantosos, demoníacos.

Así parece funcionar nuestra psiquis.

Enterados de esta forma de reaccionar, no faltaron quienes inventaron formas de utilizar la característica en beneficio propio.

Cuando la psicología es utilizada para someter, se utilizan apremios físicos que tienen por objeto producir estados de ánimos inefables, de pánico, horror, parálisis mental, alienación, lavado de cerebro.

Cuando la psicología es utilizada para imponer ideas, se utilizan imágenes atractivas pero de difícil descripción verbal o directamente se quitan los vocablos, sustituyéndolos por logos que representan una marca, una idea, una ideología.

El caso más efectivo del que tengo noticia es el de Dios cuya representación imaginaria está explícitamente prohibida. Quienes creen y quienes no creen, nunca han visto un dibujo o un monumento que lo evoque. Sólo nos entendemos por esa palabra.

Esta ausencia de representación simbólica (imagen, nombre) aumenta su estatus, su valor, su significatividad.

Quizá suene extraño pero este procedimiento es similar al utilizado por el terror, aunque sus fines estén generalmente en polos opuestos.

Psicológicamente, un trauma es una experiencia que no se puede simbolizar, no se puede describir, dibujar. Esta particularidad es la que le aporta su fijedad, inamovilidad, estabilidad, inalterabilidad, dominándonos sin que podamos controlarlo (al trauma).

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