domingo, 8 de mayo de 2011

Un solo cónyuge y un solo Dios

La monogamia fundamentalista, los celos radicales y la furia desproporcionada ante las infidelidades, están justificados y reforzados fuertemente por el monoteísmo impuesto en el primero de los diez mandamientos.

El sentimiento de monogamia es muy fuerte y popular. La creencia en Dios también es muy fuerte y popular.

Diría que la mayoría de las personas desean la monogamia y de alguna forma creen en Dios.

Seguramente los diez mandamientos están ubicados en orden de importancia y no es casual que el primero refiera a que Dios tiene que ser uno solo («Amarás a Dios sobre todas las cosas»).

Por lo tanto es posible concluir que la relación de cada ser humano con Dios es y tiene que ser monogámica.

Si pudiéramos pensar a Dios como un ser humano, entonces tendríamos derecho a decir que Él es celoso. El primer punto del contrato religioso (los diez mandamientos que los creyentes aceptan) es la radical exclusión de otros dioses en la adoración de los mortales.

También es posible pensar que el arraigo y popularidad de esta creencia en un ser superior tiene como una de sus causas el hecho de que cada uno tiene la libertad de diseñar al Dios que más le conviene.

Si bien Dios es uno sólo, también es cierto que si pudiéramos ir al fondo del asunto, tendríamos que reconocer que cada uno cree en Él de una manera personal.

Los teólogos son estudiosos que han logrado encontrar cuáles son las características que todos le atribuyen a ese ser superior (omnipotencia, justicia, inmortalidad). Gracias a estos criterios unánimes es que pueden juntarse muchos creyentes en una misma institución eclesiástica (católicos, protestantes, judíos).

En suma: La fobia universal a compartir con otros a nuestro cónyuge, se refuerza con la creencia en un Dios que nos exige monogamia y fidelidad.

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