Quienes creen en Dios y en la vida eterna, pueden desearle la muerte a alguien (a Hugo Chávez, por ejemplo), sin pensar que le desean algo demasiado grave.
Todo lo concerniente a la creencia en Dios ocupa gran parte de mis pensamientos.
Supongo que esto es así porque no puedo tolerar mi incapacidad para aprovechar los beneficios psicológicos que tiene incluirlo como parte de la realidad.
Me consta que es una actitud inteligente porque aprecio el desempeño de quienes, no solamente creen sino que además cumplen por lo menos algunos ritos religiosos, muy naturales para ellos, pero insólitos para mí.
En suma: Lamentablemente no puedo ser tan irracional como para beneficiarme de esa forma de pensar y sentir.
Porque respeto profundamente la irracionalidad y la incoherencia como rasgos característicos de nuestro funcionamiento cerebral es que compartiré con ustedes una idea sobre cómo, quien profese el bien, desea que su enemigo muera.
Es conocido por todos que el actual presidente de Venezuela (año 2012), es capaz de generar idolatría y odio. Quienes saben de su gestión política, seguramente ocupan alguno de esos dos bandos tan radicalizados.
Pues bien, quienes se complacen en odiarlo profundamente, lo hacen sin contradecir sus postulados bondadosos.
Como la creencia en ese ser súper-dotado (Dios) es posible gracias a la conservación de una afectividad infantil, tenemos que recordar que para los niños la muerte no existe. Ellos saben que podrán dejar de ver a alguien pero no piensan en una desaparición definitiva de nada ni de nadie.
Cuando odian a la madre o al padre y desean su muerte, esta no es una muerte definitiva, sino que es algo así como «quítate de mis vista que no quiero verte por ahora», como ocurre con los deseos de muerte dirigidos a Hugo Chávez.
(Este es el Artículo Nº 129)
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1 comentario:
Si Hugo Chavez esta donde esta es por algo, y entre mas se resistan, la ley de la no resistencia se revierte.
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