La ideología que aceptamos, defendemos y hasta predicamos, está determinada por nuestra constitución anátomo-fisiológica.
Por culpa de un químico alemán llamado
Friedrich Wöhler (1800 - 1882) (1), murió una bella hipótesis y con ella
quedaron heridas de gravedad otras bellas hipótesis que aún siguen viviendo en
la mente de muchos idealistas.
Lo cierto es que antes de este señor se creía
en la existencia de la fuerza vital, diferente a la energía mecánica que
conocemos desde siempre porque es fácil de percibir (calor, desplazamiento,
atracción, entre otras).
Esa energía es sobrenatural, mística,
superior, inaccesible a la rudeza tosca de nuestro intelecto.
Antes del impiadoso alemán (imagen), se creía
que solo un riñón, creado por Dios, era capaz, utilizando la fuerza vital, de
sintetizar la urea , ... hasta que este químico alemán también pudo
sintetizarla en un laboratorio y toda la ideología vitalista y voluntarista (2)
se hizo pedazos, ... excepto para quienes guardan una prudente ignorancia sobre
este desafortunado acontecimiento.
¿Por qué destilo veneno (ironía) cuando me
refiero a quienes creen historias indemostrables, ilógicas, irracionales,
primitivas, mágicas, religiosas?
Supongo que para mí y para todos los que
tenemos esta misma forma de reaccionar ante el misticismo, constituye una
verdadera piedra en el zapato tener que convivir con personas cuyo discurso
está tan despegado de la realidad objetiva.
Esto que nos ocurre a quienes así reaccionamos
podría explicarse si decimos que nuestros cuerpos reaccionan mal ante esos
estímulos, quizá nos provocan una especie de alergia, irritación, inflamación.
La anátomo-fisiología de los materialistas
funciona bien en contacto con ideas razonables, hipótesis coherentes, respeto
por las percepciones sensoriales y funciona mal cuando toma contacto con ideas
mágicas, indemostrables, ocultas, imaginarias, esotéricas.
Por otra parte, esta forma de pensar que nos
perjudica a los materialistas es la beneficia a quienes creen en Dios.
(Este es el
Artículo Nº 1.606)
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