jueves, 5 de julio de 2012

La ideología corporal



La ideología que aceptamos, defendemos y hasta predicamos, está determinada por nuestra constitución anátomo-fisiológica.

Por culpa de un químico alemán llamado Friedrich Wöhler (1800 - 1882) (1), murió una bella hipótesis y con ella quedaron heridas de gravedad otras bellas hipótesis que aún siguen viviendo en la mente de muchos idealistas.

Lo cierto es que antes de este señor se creía en la existencia de la fuerza vital, diferente a la energía mecánica que conocemos desde siempre porque es fácil de percibir (calor, desplazamiento, atracción, entre otras).

Esa energía es sobrenatural, mística, superior, inaccesible a la rudeza tosca de nuestro intelecto.

Antes del impiadoso alemán (imagen), se creía que solo un riñón, creado por Dios, era capaz, utilizando la fuerza vital, de sintetizar la urea , ... hasta que este químico alemán también pudo sintetizarla en un laboratorio y toda la ideología vitalista y voluntarista (2) se hizo pedazos, ... excepto para quienes guardan una prudente ignorancia sobre este desafortunado acontecimiento.

¿Por qué destilo veneno (ironía) cuando me refiero a quienes creen historias indemostrables, ilógicas, irracionales, primitivas, mágicas, religiosas?

Supongo que para mí y para todos los que tenemos esta misma forma de reaccionar ante el misticismo, constituye una verdadera piedra en el zapato tener que convivir con personas cuyo discurso está tan despegado de la realidad objetiva.

Esto que nos ocurre a quienes así reaccionamos podría explicarse si decimos que nuestros cuerpos reaccionan mal ante esos estímulos, quizá nos provocan una especie de alergia, irritación, inflamación.

La anátomo-fisiología de los materialistas funciona bien en contacto con ideas razonables, hipótesis coherentes, respeto por las percepciones sensoriales y funciona mal cuando toma contacto con ideas mágicas, indemostrables, ocultas, imaginarias, esotéricas.

Por otra parte, esta forma de pensar que nos perjudica a los materialistas es la beneficia a quienes creen en Dios.

   
(Este es el Artículo Nº 1.606)

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