lunes, 5 de noviembre de 2012

No hay personas con poder sino roles con poder



   
El poder no es de las personas sino del rol que estas ocupan transitoriamente y  además, ese poder no es omnipotente.

Dos parroquianos muy ilustrados discuten en un bar sobre la gestión de varios presidentes de la república. La discusión a veces sube de todo porque uno se molesta pues el otro no reconoce los méritos de Fulana, pero sí defiende hasta con cierta necedad las políticas sociales de Mengano.

En general están bastante de acuerdo porque los presidentes que han conocido tuvieron gestiones claras que luego se reflejaron en las urnas, ya sea porque fueron reelegidos o porque desaparecieron de la actividad política, con índices de popularidad malos y hasta avergonzantes para quienes alguna vez confiaron en ellos.

Esta discusión solo puede darse entre personas que suponen que esos gobernantes realmente gobernaron mediante acciones intencionales, pero la discusión casi no tendría razón de ser para quienes suponen que gobiernan los roles (rol de presidente) y no los coyunturales ocupantes de esos roles.

Los ciudadanos soñamos con tener mucho poder, hasta imaginamos que alguien lo tiene todo (Dios, el diablo, el presidente del país más poderoso de la tierra). Imaginamos eso para seguir soñando con que si otro llegó a tenerlo también nosotros podríamos tenerlo.

Creemos además que con ese inmenso poder podemos evitarnos muchas molestias: jamás sufriremos hambre o sed, nunca tendremos que obedecer a otros, tendremos una salud perfecta porque le exigiremos a la medicina que impida nuestra enfermedad o muerte.

En los hechos la realidad quizá no sea tan así:

— es probable que el poder radique en los roles y no en las personas (dado que estas lo pierden cuando son remplazadas por otras);

— que sea la «Institución Presidencia» la que manda  pero no Fulana o Mengano; y

— que el poder real dista mucho de ser omnipotente.

(Este es el Artículo Nº 1.720)

 

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