jueves, 14 de julio de 2011

No animarse a querer poder

Es posible que una creencia falsa nos mantenga incapacitados artificialmente para desarrollar nuestras capacidades.

Supongo que la afirmación «Querer es poder» constituye una síntesis cuyo significado no se limita a lo que dice explícitamente sino que su verdadero valor está en lo que sugiere, connota, inspira.

Por el contrario, muchísimas personas han optado por tomarla al pie de la letra y poseídas por un pensamiento mágico, místico, idealista, creen en la omnipotencia del pensamiento, imaginan que proyectar equivale a construir, que rezando con suficiente fe un ser superior nos concederá lo que pidamos de forma similar a la maravillosa Lámpara de Aladín.

Pero quien diga «no quiero comprarme un nuevo pantalón», nos está haciendo saber que su decisión es muy fácil de cumplir y que difícilmente encuentre obstáculos para cumplirla.

También es muy convincente quien diga «rechazo categóricamente toda forma de poder». En este caso tampoco están presentes intenciones voluntaristas, crédulas, supersticiosas.

Una cierta interpretación de la brevísima aseveración posee un significado particularmente realista.

Un paciente con talento superior a lo normal para la música, tenía una memoria asombrosa para recordar y evocar melodías, inclusive si deliberadamente lo hacían escuchar otra música para distraerlo.

Sin embargo, a sus casi treinta años, era incapaz de estudiar su instrumento preferido: el bandoneón.

Oculto por muchos otros contenidos inconscientes, un día apareció para sorprendernos a los dos una anécdota que destrabó la dificultad.

Cuando aún era muy pequeño e ingenuo, le preguntó a un estudiante avanzado de ese instrumento cuánto tiempo tuvo que estudiar para lograr el dominio que demostraba, a lo cual el consultado, por chistoso o fanfarrón, le respondió que aprendió todo eso en una tarde de domingo.

Como al niño se le instaló la creencia «nunca podré superar esa marca», inconscientemente «no quiso poder interpretar el bandoneón».

Nota: La imagen corresponde al popular bandoneonista argentino Aníbal Troilo (1914-1975).

Artículos vinculados:

Los estímulos del temor y la desilusión

Dejad que los perversos vengan a mí

Diálogo de gordos

●●●

No hay comentarios: