sábado, 6 de agosto de 2011

Los privilegios del malo conocido

Nuestra forma de percibir por contraste (blanco sobre negro), está en la base de nuestras comunicaciones, especialmente en la publicidad porque quiere favorecer ciertas percepciones (de nuestro producto) y dificultar las de otros.

Lo más interesante, emocionante y angustiante para los seres humanos es la vida y esto es así sólo porque existe la muerte.

Si la vida fuera eterna, dejaría de existir como concepto. No la registraríamos, no nos daríamos cuenta de que está ahí.

Con algo de humor puedo asegurar categóricamente que estamos rodeados que cosas, fenómenos y situaciones cuya existencia no llegamos a verificar por la simple razón de que no existe la contraparte, la posibilidad de su ausencia, lo opuesto que le haga de fondo para resaltar la figura (Gestalt).

Por consecuencia, tampoco puedo en este caso poner tres ejemplos aclaratorios porque, como acabo de decir, supongo que existen pero no las percibo.

Y para terminar, un breve mensaje a los creyentes que se enojan cuando critico las religiones desde mi ateísmo: si no fuera por mí, ellos no podrían contar con Dios.

Esta introducción referida al contraste como forma de percibir está puesta acá porque pensé en comentarles lo que ocurre con la publicidad viral (imagen).

Se denomina de esta forma tan preocupante porque se difunde de manera similar a los virus que infectan a las computadoras mediante esos programas diabólicos que desarrollan los buenos hackers (es decir, los hackers que son «malos»).

También se denomina publicidad viral a la que presenta el producto de forma tan atractiva (por ejemplo un video, un Power Point, un jingle) que deseamos voluntariamente reenviársela a nuestros contactos.

Como «más vale malo conocido que bueno por conocer», cuando tenemos que elegir entre varias opciones, elegimos la que creemos conocer (aunque sea mala) porque contrasta (sobresale, se distingue) de las desconocidas.

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