Quienes creen que «la verdad» existe y que ellos la conocen, adhieren a un «pensamiento único», que les da paz, tranquilidad y los alejan de la torturante incertidumbre. Para conservar esta «felicidad» exterminan otras alternativas.
Según la teoría de Charles Darwin, el ser humano no es una creatura de Dios sino que desciende, es una mutación genética, es el nieto biológico del MONO.
Esto haría suponer que además del aspecto físico, algo más habremos heredado de nuestro simpático abuelo.
La mente no es confiable (1). Es una herramienta apta para conservar la vida en tanto con ella podemos conservarnos como individuos y como especie pero no mucho más.
A lo largo de los siglos y presionados por el temor a sufrir, buscamos, descubrimos, entendemos, inventamos y estamos maravillados de nuestros avances aunque el motivo de esa admiración no pasa de ser una comparación entre humanos.
Por ejemplo, cuando decimos «¡Qué maravillosos somos: inventamos la telefonía celular!» lo que deberíamos decir es «¡Qué maravillosos son algunos seres humanos respecto a otros seres humanos!»
Y cuando tememos sufrir la incertidumbre (2), la inseguridad, la duda, solemos aferrarnos a ideologías que todo lo expliquen, que no toleren la diversidad de opiniones, que sean intolerantes con las alternativas, que hayan enterrado el pensamiento crítico y reflexivo.
La propia ausencia de pensamiento crítico y reflexivo nos impide saber de nuestro absolutismo, intolerancia, necedad, prepotencia.
Como los chistes sólo hacen gracia si incluyen algo de verdad mezclada con la ficción que cuentan, puedo decir que los humanos huimos de la incertidumbre afiliándonos a algún pensamiento único (ideología absolutista, convicción de poseer «la verdad», «iluminación») y por lo tanto adherimos muy convencidos a creencias religiosas MONOteístas, a un tipo de medicina que pretende ser MONOpólica, a la familia MONOgánica.
Quizá esto sea lo que heredamos del abuelo MONO.
(1) La arrogante defensa de la verdad
(2) Estados paternalistas y subdesarrollo
El (pez grande) gobierno vive del (pez chico) ciudadano
Las ventajas del prejuicio
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