martes, 6 de diciembre de 2011

La bondad de los débiles

Para muchos, nadie bondadoso es al mismo tiempo fuerte, excepto Dios.

El resumen de otro artículo (1) dice textualmente:

« Miles de obras literarias que hipnotizan a millones de lectores tienen como trama principal la heroica frustración de sus protagonistas.»

Esa «heroica frustración» es la fórmula de goce de muchos de nosotros.

Como si fuera una novela, nos imaginamos estar en el medio de dos grandes grupos de personas (personajes):

— las que nos dominan, gobiernan, explotan, castigan, abusan porque son naturalmente fuertes, egoístas, malos; y

— las que por ser más débiles que nosotros nos decepcionan, entristecen y a veces nos hacen sentir impotentes, pero a los que de todos modos, sacando fuerza no sabemos de dónde, igualmente ayudamos, protegemos y aconsejamos para que sepan compensar esa debilidad que los condena a ser maltratados por gente avara, inescrupulosa, corrupta, insensible, mala.

En este «novela» faltan los personajes buenos y fuertes.

Los «buenos y fuertes» no participan en la novela personal de quienes estoy describiendo porque en su lógica parece un contrasentido que alguien que sea fuerte también sea bondadoso.

La debilidad que sienten los integrantes de este gran grupo de personas no necesariamente es real. Pueden pertenecer a diferentes niveles de mando y protagonismo, pero lo importante es cómo tienen organizada su lógica interpretativa de la realidad que perciben.

Según ellos, por ser irremediablemente de buen corazón, están condenados a ser débiles y se cuidan de ejercer algún tipo de poder que no pueda ser descalificado por ellos mismos con frases tales como «no tuve más remedio que hacerlo», «si no lo hago yo, no lo hace nadie», «si aplico mano firme, lo hago por su bien».

En suma: estas personas construyeron un rol (personaje) coherente y convincente, para conquistar la cuota de amor que todos necesitamos.

(1) Las novelas como textos de estudio

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