martes, 3 de abril de 2012

Dios y el inconsciente

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Aunque la existencia de Dios y del inconsciente nos inducen a creer en el determinismo, es ventajoso creer en el libre albedrío.

No me canso de decir que Dios no existe y que la religiosidad es un gran mecanismo de defensa para poder interpretar la realidad de un modo más liviano, tolerable y esperanzador, pero resulta que soy psicoanalista y mirándolo bien, no sé si existen muchas diferencias entre las religiones y el psicoanálisis.

Dejando de lado a los psicoanalistas doctrinarios que se dedican a leer minuciosamente las «sagradas escrituras» (obras de Freud, Klein, Lacan) y que hacen hincapié en el pensamiento de esos personajes dejando para algún futuro incierto la comprensión de sí mismos y de los pacientes reales que nos consultan, dejando de lado a esos psicoanalistas, repito, los demás estamos tratando de entender qué ocurre con la existencia del inconsciente y sus consecuencias.

Imaginamos que existe un inconsciente así como otros imaginan que existe Dios.

Ya en esto tenemos un punto de encuentro muy importante. Religiosos y psicoanalistas partimos de suposiciones indemostradas y me atrevería a decir, indemostrables.

Ambos grupos de personas (religiosos y/o psicoanalistas), suponemos que estamos determinados por alguien o algo (Dios o inconsciente, respectivamente).

Si son los designios de Dios o del inconsciente lo que nos gobierna como si fuéramos sofisticadas marionetas, ¿por qué tantas personas (la abrumadora mayoría) creen en el libre albedrío?

Intento una explicación:

Como cada teoría está hecha a gusto de los teóricos, la teoría del libre albedrío nos aporta los siguientes beneficios:

— Podemos encontrar responsables para aplacar nuestra irresistible sed de venganza (juzgar, condenar y castigar);

— Cuando los «culpables» somos nosotros, podemos encontrar infinitos justificativos y atenuantes;

— Si de méritos se trata, podemos exhibir hasta el cansancio, nuestra habilidad, inteligencia, grandeza, valentía, que justifican el amor que reclamamos.

(Este es el Artículo Nº 132)

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