«Creer» es imprescindible para
vivir. Podemos creer pasivamente (con ingenuidad) y podemos creer activamente
(para no invalidar ninguna hipótesis).
El verbo «creer» tiene varios
significados según el D.R.A.E. (1), pero todos esos significados parecen
resumidos en el primero:
«Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o
que no está comprobado o demostrado.»
La acción de «creer» es
importantísima a lo largo de toda la existencia. Es claro que las más
importantes son «vivir»
y «conservar la especie», pero podría decir que «creer» es la tercera en
importancia.
La «creencia pasiva» es la que tienen los niños y los adultos inocentes o que por alguna discapacidad intelectual pueden ser catalogados de ingenuos.
Quizá la mayoría de la población mundial pertenece a esta categoría. Los adultos inocentes «creen» en lo que les fue enseñado, en lo que les dijeron sus educadores, en las tradiciones de su grupo de pertenencia, en lo que dicen sus líderes políticos, religiosos y morales.
Estos niños y adultos inocentes pueden tener necesidad de hacer consultas propias de ese nivel intelectual a personas que se dedican a evacuarlas.
Estos «asesores de gente inocente» se especializan en demostrar la coherencia de su sistema de creencias.
Una de las preguntas podría decir: «¿Cómo se explica que, siendo Dios infinitamente bondadoso, permita que una madre de cinco niños pequeños fallezca prematuramente?».
La «creencia activa» es aquella según la cual alguien es capaz de creer cualquier hipótesis al solo efecto de ponerla a prueba, para ratificarla o descalificarla.
La «creencia activa» permite estudiar hasta la idea más descabellada sin invalidarla prejuiciosamente.
(Este es el
Artículo Nº 1.624)
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