lunes, 11 de febrero de 2013

Traducir correctamente es imposible




Los idiomas no pueden ser traducidos y cuando leemos una traducción creemos ingenuamente que estamos entendiendo lo que dijo el autor.

Por algún motivo tengo la sensación de que la leyenda que refiere a la Torre de Babel es más cierta de lo que parece.

Como los humanos somos curiosos y queremos saber, no escarmentamos con el castigo divino de «ganarnos el pan con el sudor de la frente» y de «parir con dolor», y fue así como se nos ocurrió ver qué había en el cielo, para lo cual iniciamos la construcción de la Torre de Babel.

Dios, que ya nos había condenado porque Adán y Eva comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal, nos castigó cambiándole el lenguaje a cada obrero por lo cual tuvieron que interrumpir la construcción, dispersarse por el planeta y comenzar así el aun vigente fenómeno del multilingüismo.

Según esta leyenda, aparecieron el inglés, el alemán, el árabe, el castellano y todos los idiomas que conocemos.

Pero como los humanos somos transgresores por naturaleza, ¿qué hicimos los muy pícaros?: inventamos la tarea de traducir, es decir, estudiar las equivalencias entre el sonido que representa a «mamá» en árabe
y la palabra que representa a «mamá» en español.

Y ahora intercalo mi interpretación de los acontecimientos:

Como Dios es más astuto que los seres humanos, deja que nosotros hagamos estas traducciones sin advertirnos que, siguiendo con el ejemplo, la madre árabe es muy diferente a la madre de los hispanos.

De esta situación surge que cuando los hispanos leemos un texto traducido del árabe creemos ingenuamente que estamos entendiendo qué significa «mamá» para ellos, pero no es así porque la mamá árabe es muy diferente a la mamá hispana.

En suma: traducir correctamente es imposible y el castigo divino sigue siendo eficaz.

(Este es el Artículo Nº 1.786)

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