sábado, 6 de agosto de 2011

Los privilegios del malo conocido

Nuestra forma de percibir por contraste (blanco sobre negro), está en la base de nuestras comunicaciones, especialmente en la publicidad porque quiere favorecer ciertas percepciones (de nuestro producto) y dificultar las de otros.

Lo más interesante, emocionante y angustiante para los seres humanos es la vida y esto es así sólo porque existe la muerte.

Si la vida fuera eterna, dejaría de existir como concepto. No la registraríamos, no nos daríamos cuenta de que está ahí.

Con algo de humor puedo asegurar categóricamente que estamos rodeados que cosas, fenómenos y situaciones cuya existencia no llegamos a verificar por la simple razón de que no existe la contraparte, la posibilidad de su ausencia, lo opuesto que le haga de fondo para resaltar la figura (Gestalt).

Por consecuencia, tampoco puedo en este caso poner tres ejemplos aclaratorios porque, como acabo de decir, supongo que existen pero no las percibo.

Y para terminar, un breve mensaje a los creyentes que se enojan cuando critico las religiones desde mi ateísmo: si no fuera por mí, ellos no podrían contar con Dios.

Esta introducción referida al contraste como forma de percibir está puesta acá porque pensé en comentarles lo que ocurre con la publicidad viral (imagen).

Se denomina de esta forma tan preocupante porque se difunde de manera similar a los virus que infectan a las computadoras mediante esos programas diabólicos que desarrollan los buenos hackers (es decir, los hackers que son «malos»).

También se denomina publicidad viral a la que presenta el producto de forma tan atractiva (por ejemplo un video, un Power Point, un jingle) que deseamos voluntariamente reenviársela a nuestros contactos.

Como «más vale malo conocido que bueno por conocer», cuando tenemos que elegir entre varias opciones, elegimos la que creemos conocer (aunque sea mala) porque contrasta (sobresale, se distingue) de las desconocidas.

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jueves, 14 de julio de 2011

El condón solar

La psicosomática acepta ideas que parecen disparatadas para intelectos bloqueados por la racionalidad.

El cerebro humano produce símbolos: los crea y también los entiende.

Por ejemplo, una balanza de dos platillos simboliza el equilibrio, la justicia, la ley.

Hace unos cuarenta mil años que nuestra especie habita el planeta pero no hace tanto que a Nicolás Copérnico (1473-1543) se le ocurrió pensar en algo que no es evidente: la Tierra no está en el centro del universo. Por el contrario, la Tierra gira alrededor del Sol.

Esta estrella que nos da luz y calor, de la que depende nuestra alimentación, ha estimulado en nuestra imaginación múltiples símbolos:

— Hijo del dios del Cielo, lo ve todo y por eso lo sabe todo;
— Es un ojo de Dios (el otro es la Luna);
— Es un héroe guerrero protector, poseedor de espadas de fuego;
— El varón (activo), por oposición a la Luna (pasiva);
— El oro es reconocido por sus virtudes como metal pero su valor está aumentado porque posee una coloración similar a la del sol;
— También simboliza características negativas como son la vanidad o el idealismo.

Varias de estas ideas simbólicas se condensan para que en nuestro inconsciente el sol represente a una figura paterna.

Según el psicoanálisis es posible pensar que la actividad inconsciente, en su función simbólica, puede entender que acostarse en una reposera a tomar un baño de sol equivale a tener sexo con el padre.

Hace unos años cunde el temor al cáncer (reproducción de células) de piel provocado por el sol, lo cual equivaldría a la gestación (reproducción de células) de un hijo incestuoso, muy peligroso y eventualmente mortífero para el transgresor.

En suma: el cáncer de piel estaría provocado por la sugestión provocada por esta asociación inconsciente y un protector solar es un condón.

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La fe es un sentimiento enfermizo

La mitad de la energía laboral y productiva proviene de la fe en el ser humano, también llamada «optimismo».

Por todos lados encontramos abogados universitarios o silvestres que pregonan con total convicción algo que tiene la fuerza de un axioma: «Todos somos inocentes hasta que se demuestra la contrario».

¿Realmente tenemos tanta necesidad de mentir, ser hipócritas o ilusos?

Esta afirmación sólo pueden hacerla el sospechado y sus seres queridos aunque su juicio esté viciado de nulidad pues nadie puede ser juez de sí mismo.

Los adultos pensamos, sentimos y actuamos de forma totalmente distinta. Nuestra actitud sincera, profunda, natural piensa del acusado: «Si lo denuncian, algo habrá hecho». Si no expresamos este sentimiento es porque quien lo enuncia se convierte en alguien peligroso. Es decir que mentimos por miedo a que la sociedad nos considere difamadores, delatores o espías.

La historia de este triste sentimiento que anida en nuestro corazón (dudar de la bondad de la gente), también es triste.

Los niños nacemos provistos de fe, creemos en la bondad, suponemos que nuestros semejantes son todos iguales a mamá y a papá.

En su mayoría, las escasas experiencias de vida que tenemos nos conducen a confirmar esa creencia. La fe es tan abarcativa que suponemos que la existencia toda es benévola, generosa, siempre feliz.

Cuanto más elevada es la visión optimista del niño, más expuesto está a que sus primeras desilusiones sean catastróficas.

Esas malas experiencias son inevitables: papá nos denuncia ante mamá porque le teme, el gato me araña, Dios no me alivia el dolor de panza, el abuelo se fue al cielo y nadie hace nada para que vuelva.

La desconfianza se instala y se hace muy difícil ganar dinero con estas crisis de fe en el ser humano y en la vida.

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No animarse a querer poder

Es posible que una creencia falsa nos mantenga incapacitados artificialmente para desarrollar nuestras capacidades.

Supongo que la afirmación «Querer es poder» constituye una síntesis cuyo significado no se limita a lo que dice explícitamente sino que su verdadero valor está en lo que sugiere, connota, inspira.

Por el contrario, muchísimas personas han optado por tomarla al pie de la letra y poseídas por un pensamiento mágico, místico, idealista, creen en la omnipotencia del pensamiento, imaginan que proyectar equivale a construir, que rezando con suficiente fe un ser superior nos concederá lo que pidamos de forma similar a la maravillosa Lámpara de Aladín.

Pero quien diga «no quiero comprarme un nuevo pantalón», nos está haciendo saber que su decisión es muy fácil de cumplir y que difícilmente encuentre obstáculos para cumplirla.

También es muy convincente quien diga «rechazo categóricamente toda forma de poder». En este caso tampoco están presentes intenciones voluntaristas, crédulas, supersticiosas.

Una cierta interpretación de la brevísima aseveración posee un significado particularmente realista.

Un paciente con talento superior a lo normal para la música, tenía una memoria asombrosa para recordar y evocar melodías, inclusive si deliberadamente lo hacían escuchar otra música para distraerlo.

Sin embargo, a sus casi treinta años, era incapaz de estudiar su instrumento preferido: el bandoneón.

Oculto por muchos otros contenidos inconscientes, un día apareció para sorprendernos a los dos una anécdota que destrabó la dificultad.

Cuando aún era muy pequeño e ingenuo, le preguntó a un estudiante avanzado de ese instrumento cuánto tiempo tuvo que estudiar para lograr el dominio que demostraba, a lo cual el consultado, por chistoso o fanfarrón, le respondió que aprendió todo eso en una tarde de domingo.

Como al niño se le instaló la creencia «nunca podré superar esa marca», inconscientemente «no quiso poder interpretar el bandoneón».

Nota: La imagen corresponde al popular bandoneonista argentino Aníbal Troilo (1914-1975).

Artículos vinculados:

Los estímulos del temor y la desilusión

Dejad que los perversos vengan a mí

Diálogo de gordos

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El cerebro trabaja mejor bajo estrés

Solemos consolarnos con que para los chinos una crisis (imagen) es «un peligro que produce una oportunidad», sin embargo otros datos y razonamientos nos permiten llegar a la misma conclusión.

Aunque en principio «inspiración» significa el movimiento que hacen los pulmones cuando se expanden para forzar el ingreso de aire, también la conocemos como el estímulo interior que impulsa al artista a «encontrar» algo valioso que quizá no estaba buscando.

En otro artículo (1) les comentaba que algunos cerebros tienen la particularidad de que sus neuronas realizan conexiones involuntarias, creando asociaciones de ideas originales, novedosas, desconocidas hasta ese momento.

Naturalmente que este fenómeno observado con criterio cartesiano (2) rápidamente hace pensar en un fenómeno sobrenatural provocado por Dios, musa, numen.

Sobre estos temas gozamos de suficiente ignorancia como para que todos quedemos conformes adoptando tanto teorías materialistas como idealistas.

Sin embargo parece que la condición necesaria para ser creativos es la de tener un Sistema Nervioso Central porque muchos otros animales que lo poseen también son capaces de crear nuevas soluciones para sus problemas, especialmente referidos a buscar alimentación o refugio.

Y viceversa: los animales humanos también somos más creativos cuando estamos presionados por situaciones que ponen en riesgo nuestra supervivencia.

Hace tiempo publiqué un artículo (3) en el que les comentaba que la mayoría de las personas más creativas pertenecían a zonas geográficas de clima muy inhóspito o que las condiciones políticas los expusieron a los sufrimientos de la guerra, como es el caso de Europa, Estados Unidos, Japón.

Es posible suponer entonces que la creatividad es un fenómeno neuronal, que ocurre en algunas personas más que en otras y ahora agrego que estas ocurrencias (inspiración) aumentan en tiempos de crisis.

En suma: Más que un simple consuelo, es cierto que las crisis poseen efectos secundarios beneficiosos.

(1) Apuntes sobre la creatividad

(2) El dogma del dualismo cartesiano

(3) Algunos se calientan con la nieve

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El anonimato y los seudónimos en Internet

El ocultamiento de la identidad en Internet está provocado (o al menos favorecido) por la creencia en Dios. El Anónimo goza sintiendo que muestra su creación ocultándose... igual que Él.

La intercomunicación que tenemos los humanos ha llegado al máximo histórico. Internet y la telefonía celular nos permiten tener muchos contactos con muchas personas.

Lacan decía que «la relación sexual no existe», tratando de llamar la atención, tratando de hacernos una broma y tratando de hacernos dudar sobre si tantos diálogos, miradas y fornicaciones eran o no una comunicación verdadera.

Y sobre este punto es interesante observar que no existen pruebas concluyentes sobre la confiabilidad de nuestras percepciones.

El fenómeno religioso me llama poderosamente la atención sobre todo porque no logro entender cómo funciona la fe.

Para mí se presenta como una convicción autista, una idea que los creyentes traen de fábrica y que los obliga a suponer que existe un dios con todas las particularidades que desearían tener para sí.

En otras palabra, siento que la fe es una ilusión que permite imaginar que existe alguien invisible, silencioso, imperceptible, que tiene lo que a todos nos falta y que desearíamos tener: omnipotencia, inmortalidad, el amor o miedo de todos los humanos y que todo lo sabe.

Es en este contexto que puedo asociar esa fe con el abundante uso del anonimato en las comunicaciones de Internet.

Si bien es casi obvio que aquel que no se identifica lo hace por miedo a las represalias o a que alguien trate de raptarlo para disfrutar el infinito glamur que trasmiten sus disortográficos aportes, también el anónimo supone que se oculta como lo hace Dios.

En suma: Quien usa seudónimos y anónimo sueña con que es Dios porque se oculta igual que Él y está por todos lados igual que Él.

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Dejad que los competidores se alejen de mí

Dentro de la selva capitalista la virginidad de María nos hace soñar con que deberíamos ser como Cristo, que no tuvo competencia ni del padre ni de hermanos.

Leí partes de la Biblia porque mi mamá me lo sugirió, quizá porque yo no me portaba tan bien como ella deseaba, porque se sentía en la obligación de educarme religiosamente o porque mi abuela había hecho lo mismo con ella.

Luego estudié la Biblia en el liceo (secundario). Esta instrucción formó parte de la larga lista de cosas que yo tenía que saber y que carecían de cualquier utilidad imaginable.

En ese entonces yo estaba perdidamente enamorado de una adolescente de apellido francés y de nombre romántico, su familia tenía campos, ganado, automóviles y para mí lo único importante era salir de la pobreza para poder ofrecerle algo que pudiera atraerla.

Sabía que leyendo la Biblia me alejaba del objeto de mi deseo.

Luego vino la etapa universitaria, revolucionaria, incendiaria, demoledora, castrista, sartreana y felizmente la aparición de una mujer con los pies en la tierra y con ganas irreductibles de formar una familia.

La necesidad de ganar dinero de verdad y dejar para más adelante el cambiar el mundo y construir el hombre nuevo, apareció nuevamente la Biblia.

Ante un inminente fracaso empresarial mi psicoanalista interpretó la desmoralización que me aquejaba diciéndome:

«La historia o leyenda de la Virgen María es el sueño de todo hijo que quiere ser único, sin competencia. Ella representa el mercado y tú aspiras a no tener competidores. Cristo ni siquiera tuvo que enfrentarse al padre porque San José no la había penetrado. Tu ahora sientes que es demasiado sacrificado tener que enfrentarte a los competidores que también quieren disponer del mercado para ellos solos como Cristo dispuso de la madre para él solo».

Nota: La imagen corresponde al óleo del pintor español Bartolomé Estaban Murillo (1617-1682), titulada La virgen de la servilleta.

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