miércoles, 6 de abril de 2011

El placer incurable

Algunos síntomas son molestos para disimular el íntimo placer que nos aportan. Si ignoramos la utilidad, nunca encontraremos las causas y disfrutaremos de un placer incurable.


Algo que tengo pendiente de solución es mi pánico escénico.

Efectivamente, alguna vez fui capaz de hablar ante un auditorio y ahora ya no puedo.

Busco las causas sabiendo que el día que las encuentre no sabré cuáles eran. Simplemente podré hablar ante una multitud de cien mil personas como si estuviera haciéndolo en una cena con amigos.

Así funciona el psicoanálisis: resuelve inhibiciones de variada importancia pero no da cuenta de cómo se logró el éxito.

La teoría nos orienta sobre las posibles causas, con lo cual se gana bastante tiempo descartando las hipótesis inútiles.

Por ejemplo, ni se me ocurre pensar que el miedo proviene de

— una falta de costumbre,

— descarto de plano que poniendo buena voluntad lo arreglaré de un día para otro,

— nunca se me ocurriría pedirle a Dios que me ayude,

— los sedantes que pudiera recetarme un médico sería un acto de fe tan ingenuo como rezar,

— hacer un curso de oratoria sería útil para no enfrentarme a las verdaderas causas.

Las causas creíbles pero imposibles son varias y nuestro mercado con fines de lucro no para de apoyar tanta credulidad porque la cantidad de incautos que pagan fortunas persiguiendo una ilusión, tonifican el Producto Bruto Interno de todos los países capitalistas.

Yo no logro encontrar las causas tan fácilmente por una única razón global: me conviene tener miedo de hablar en público. Seguramente mi pánico escénico me provee satisfacciones que desconozco y que me conviene desconocer para no perder al placer que siento.

En suma: nuestras inhibiciones y fracasos más persistentes, son gozosos y si no lo parecen es para que demoremos en descubrirlos e interrumpirlos.

●●●

No hay comentarios: