martes, 16 de noviembre de 2010

«Parásito: Dios te ama»

En muchas religiones existen personas dedicadas full-time a las tareas propias de la creencia pero que para solventar sus gastos dependen de la generosa contribución de los fieles.

Varias veces he mencionado que la doctrina de Jesús de Nazaret (1) sugiere que no tenemos que preocuparnos demasiado por ganarnos la vida porque de todos modos Dios nos cuidará como lo hace con los lirios del campo y con la aves.

A veces se producen vínculos en los cuales alguien abusa económicamente de un semejante. Mencionaré sólo tres modalidades:

1) Llamamos explotación cuando un empleador contrata a un trabajador y le paga menos de lo que se merece;

2) Alguien puede convertirse en parásito de otro porque vive lisa y llanamente de lo que el otro produce (proxeneta, hijos vagos, cónyuge abusador); y

3) A veces sucede que alguien cree que —por las virtudes que posee—, es un hijo predilecto de Dios quien a su vez asignó a otro «elegido» la misión divina de mantenerlo.

En este caso, ambos sostienen roles del tipo explotador-explotado o de parásito-parasitado, pero envueltos en una ilusión piadosa que parece quitarle al hecho todo rasgo de abuso.

Tales fenómenos «místicos» no sólo suceden con los aportes voluntarios que hacen los creyentes (parasitados) para solventar a los religiosos full-time (parásitos), sino también entre personas comunes donde es muy notorio que —dentro de una pareja— uno se esfuerza más que el otro para solventar los gastos familiares.

(1) Por qué tengo que el trabajar doble

La filosofía rentable


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La hipocresía necesaria

El genial escritor ruso León Tolstoi (1828-1910) creó la fórmula para ser tan buen novelista como él: «Describe tu aldea y serás universal».

Pero parecería ser que por ese entonces era muy fuerte esta idea porque el dramaturgo también ruso Antón Chéjov (1860-1904) propuso: «Describe tu aldea y describirás el mundo».

Seguramente estos escritores no hicieron más que reescribir un refrán más antiguo que dice «En todos lados se cuecen habas».

Quienes participamos de las reuniones de copropietarios (consorcio) de un edificio de apartamentos (complejo habitacional), podemos observar la convivencia del odio y el amor, el desprecio y la idealización, la solidaridad y el abandono.

La primera gran novela policial nos dice que la historia de la humanidad arrancó con un crimen: Caín mató a su hermano Abel por celos, por envidia. Según el mismo relato, Dios prefirió la ofrenda de Abel, Caín no pudo soportarlo y lo mató.

Y ahora volviendo a Tolstoi, Chéjov y el refrán, podemos decir que los sentimientos opuestos conviven en todos nosotros.

Conclusión: No es cierto que sólo se odie o que sólo se ame a alguien (familiar, amigo, conocido).

Ignorar esta particularidad de nuestra forma de ser causa perjuicio porque la cultura publicita que deben poseerse sólo sentimientos positivos y que además debemos ser coherentes.

Esta publicidad no debemos tomarla en cuenta. Es tan engañosa como que «Todo va mejor con Coca-Cola».

Es tan cierto que podemos tener sentimientos negativos hacia el ser más amado como que podemos sentirnos muy desorientados inclusive tomándonos dos litros diarios del referido refresco (imagen).

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Trabajo multidisciplinario

La pobreza es un fenómeno que preocupa a muchas personas.

En lo que a mí refiere, le dedico muchas horas semanales a pensar en las causas psicológicas porque, como les decía en el artículo titulado El especialista mediocre, parece imposible replicar el desempeño de aquellos obreros del pensamiento renacentistas que podían abarcar varias disciplinas con sorprendentes producciones (Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Galileo Galilei)

Lamentablemente la necesidad actual de especializarnos desatendiendo otras áreas vinculadas (economía, sociología, política, religión), disminuye la productividad individual y se vuelve imprescindible trabajar en equipos multidisciplinarios.

En esas otras áreas han pensado —por ejemplo— que las causas de la pobreza son cinco, a saber:

1) la ignorancia que es «no saber algo» pero que algunos confunden con «estupidez» que es una deficiencia orgánica o «necedad» que es una deficiencia de la personalidad;

2) la enfermedad es causa de pobreza no sólo por la incapacidad de trabajar que produce sino también por el costo de dinero en la prevención aplicada a todos los sanos y la curación de los que efectivamente se enferman;

3) la apatía está generalmente asociada con la creencia en que Dios o Alá son los responsables de todo;

4) la corrupción que más empobrece proviene de los actos de traición que cometen algunos administradores de fondos públicos, quienes sin embargo reciben el tibio tratamiento que se le aplica a los delincuentes comunes;

5) la dependencia empobrece cuando es buscada por quienes tienen vocación de esclavos aunque vivan en un régimen no esclavista.

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¿Por qué tengo que trabajar el doble?

La recomendación de Jesús de que nos quedáramos tranquilos porque nuestro Padre (Dios) nos daría lo necesario como hace con las aves y los lirios del campo quizá tuvo vigencia en su época pero en la actual es seguro que no la tiene.

Les planteo un razonamiento porque puede servirnos para mejorar nuestra calidad de vida actual y futura.

Pensemos que la expectativa de vida de un ser humano es de 100 años. Si bien las cifras indican algo más de 70, la ciencia avanza a tal velocidad que no es un despropósito calcular esos 100 años.

Cualquier persona que nazca hoy, debería tomarse los primeros 20 años para formarse, capacitarse y quedar en condiciones de ganar dinero. Los padres se encargarían de proporcionarle lo que necesite y desee.

Luego, tendría que trabajar 40 años y a los 60 años (20 + 40) jubilarse.

Una vez jubilado, viviría otros cuarenta años para llegar a los 100 (60 + 40).

Pero el tema central de este artículo es que durante los 40 años de actividad, deberá generar el doble de lo que necesita para vivir. La otra mitad la tiene que guardar para los cuarenta años finales, cuando quizá tenga menos energía y ganas de trabajar, pero tendrá necesidades y ganas de divertirse.

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Américo Colón inventó las Antillas

El escritor inglés Gilbert K. Chesterton (1874 – 1936) escribió algo que forma parte de la personalidad de muchas personas, aunque a veces no lo sepan: «Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa».

Es más conocida otra frase que dice: «El ocio es la madre de todos los vicios» (aunque por razones de género, debería decir «es el padre»).

Los niños suelen tener falta de concentración. Se distraen con facilidad o pueden mantener la atención en un solo tema durante un corto tiempo. Su cerebro —en pleno desarrollo— hace que sus pensamientos sean más volátiles, desorganizados, poco controlables. En casos complejos pueden tener dificultades de aprendizaje.

Si el desarrollo cerebral se enlenteciera o detuviera por alguna causa (enfermedad, falta de estímulo, accidente), puede llegar a la adultez con esa dificultad para controlar sus pensamientos, para concentrarse en un solo tema por vez.

Cuando esto sucede suelen aplicarse los mismos métodos que se aplican para otras dificultades: O se elimina el síntoma (el efecto desagradable) o se intenta curar la causa (mejorar el funcionamiento cerebral).

Una forma de mejorar la concentración mental sin atender el problema cerebral consiste en disciplinarse para cumplir rutinas muy rígidas. Otra forma consiste en focalizar la vida en ideas totalizadoras como son algunas religiones o ideologías,.

La idea es tratar de que la persona no piense. Se le aconseja que acepte un pensamiento que ya le viene dado, con respuestas para cualquier situación que se le presenta en la vida. Debe esquematizarse, automatizarse, dogmatizarse.

A veces no hay recursos técnicos o materiales para encarar una curación de ese pensamiento disperso y descontrolado, entonces eliminar sólo sus efectos puede ser la solución menos mala, siempre y cuando no se le imponga la pobreza económica porque ésta nunca es una solución.

Nota: Este tema está comentado desde otro ángulo en La neurosis canina.

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Las órdenes contradictorias

Cuenta alguna leyenda que Dios le dijo al ser humano: «cuídate que te cuidaré».

Si esta frase ha sobrevivido miles de años es porque muchas personas ratifican su validez. De lo contrario se habría olvidado y nadie la repetiría ya.

Las compañías de seguros, aunque parecen desvinculadas de la religiosidad, aplican el mismo criterio. Cada contrato de seguro está lleno de condiciones para que nadie se llame a engaño: ellos indemnizarán por un siniestro determinado con precisión, no por cualquier descuido, negligencia o dolo.

En esta asociación podríamos decir que Dios oficia como una compañía de seguros que sólo cuida a quienes se cuidan.

Ayer publiqué un artículo titulado Mi amigo el policía en el que les comentaba que para mantener el orden en las comunidades, se nos educa (adiestra, disciplina, condiciona) para ser más cuidadosos de los intereses ajenos que de los propios.

Como podrán observar es probable que muchas personas padezcan las consecuencias de estar recibiendo órdenes contradictorias: por un lado Dios nos dice que nos cuidemos y por el otro lado nuestros padres y maestros nos dicen que cuidemos a los demás.

La respuesta a esta confusión es clara: tenemos que cuidarnos a nosotros mismos sin perjudicar a los demás.

Ésta parece ser la solución más ponderada, justa, salomónica... aunque sería razonable que fundamente por qué. Espero hacerlo más adelante.

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«Peleo como Tyson»

La acción de identificar consiste en «hacer que dos o más cosas en realidad distintas aparezcan y se consideren como una misma.»

En el Diccionario de Psicoanálisis de Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis describen la identificación como el «Proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste. La personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones. »

Por ejemplo alguien, con el transcurso de los años imita inconscientemente los siguiente rasgos: habla pausado como su padre, se peina igual que Robert de Niro en la película Heat (Fuego contra fuego), cuando desconfía, levanta una ceja como un cierto héroe de un comic, defiende los colores de un equipo de fútbol igual que su tío más querido, cruza las piernas como Sharon Stone en la famosa escena de la película Basic Instinct (Bajos instintos).

Muchos se preguntan por qué el Vaticano ostentan tanta riqueza siendo que la Iglesia Católica pregona la austeridad y la pobreza.

Las personas creyentes en la existencia de un ser superior que los ayuda a cambio de sacrificios, destinan los mejor de sí para hacerle ofrendas.

Esta particularidad psicológica que todos poseemos de identificarnos con cierta figuras admiradas, queridas, reverenciadas, permite que algunas personas no padezcan las penurias económicas que sufren porque se sienten tan ricos como el dios, el santo o la virgen que veneran.

También pueden estar como anestesiados para los sufrimientos de la pobreza, identificándose con jugadores de fútbol que nadan en la abundancia, con estrellas del espectáculo multimillonarias o consumiendo telenovelas donde todo es diversión y nadie trabaja.

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