El escritor inglés Gilbert K. Chesterton (1874 – 1936) escribió algo que forma parte de la personalidad de muchas personas, aunque a veces no lo sepan: «Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa».
Es más conocida otra frase que dice: «El ocio es la madre de todos los vicios» (aunque por razones de género, debería decir «es el padre»).
Los niños suelen tener falta de concentración. Se distraen con facilidad o pueden mantener la atención en un solo tema durante un corto tiempo. Su cerebro —en pleno desarrollo— hace que sus pensamientos sean más volátiles, desorganizados, poco controlables. En casos complejos pueden tener dificultades de aprendizaje.
Si el desarrollo cerebral se enlenteciera o detuviera por alguna causa (enfermedad, falta de estímulo, accidente), puede llegar a la adultez con esa dificultad para controlar sus pensamientos, para concentrarse en un solo tema por vez.
Cuando esto sucede suelen aplicarse los mismos métodos que se aplican para otras dificultades: O se elimina el síntoma (el efecto desagradable) o se intenta curar la causa (mejorar el funcionamiento cerebral).
Una forma de mejorar la concentración mental sin atender el problema cerebral consiste en disciplinarse para cumplir rutinas muy rígidas. Otra forma consiste en focalizar la vida en ideas totalizadoras como son algunas religiones o ideologías,.
La idea es tratar de que la persona no piense. Se le aconseja que acepte un pensamiento que ya le viene dado, con respuestas para cualquier situación que se le presenta en la vida. Debe esquematizarse, automatizarse, dogmatizarse.
A veces no hay recursos técnicos o materiales para encarar una curación de ese pensamiento disperso y descontrolado, entonces eliminar sólo sus efectos puede ser la solución menos mala, siempre y cuando no se le imponga la pobreza económica porque ésta nunca es una solución.
Nota: Este tema está comentado desde otro ángulo en La neurosis canina.
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