Les contaré de un perro neurótico.
En un laboratorio, gente intelectualmente confiable, le mostró a un perro el dibujo de una elipse (o sea, un círculo aplastado) antes de darle de comer. Así lo hicieron hasta que la sola exhibición de la elipse provocaba en el perro la disposición a comer (aumento de saliva y jugos gástricos).
Luego, comenzaron a «des-aplastar» la elipse para que se fuera pareciendo cada vez más a un círculo. A medida que la elipse iba perdiendo su forma original, el perrito comenzó a ponerse cada vez más inquieto hasta que finalmente se puso totalmente nervioso y se le produjo una gastritis.
La conclusión que podríamos sacar es que, a semejanza de los humanos, la incertidumbre nos causa un estado de ansiedad que no solamente altera nuestro sistema nervioso (generándonos inquietud), sino también alterándonos psicosomáticamente.
Según los datos que tengo, fue a comienzo del siglo veinte cuando la humanidad occidental comenzó a perder fe en la existencia de Dios. Algunos aseguran que fue el alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900) quien dijo y fundamentó de forma convincente «Dios ha muerto».
Conclusión: La fe en Dios nos quita de la psiquis gran cantidad de incertidumbres neurotizantes. Aunque la existencia de un ser superior —capaz de solucionarnos y explicarnos todo—, no resista el análisis más superficial, parece verdadero que la sensación de certeza que nos brinda disminuye gran parte de nuestro malestar psíquico.
Volviendo al caso del perro: Si éste hubiera podido negar la evidencia de que el óvalo se convertía en círculo, no habría tenido gastritis. De forma similar, para poder creer en la existencia de Dios es preciso negar unas cuantas evidencias.
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