El temor a la muerte se asocia al desconocimiento científico sobre qué es el pensamiento para permitir la creación de una creencia con la que es posible suponer que, si bien existe la muerte, esta no es ni total ni definitiva.
No es total porque esa falta de conocimiento nos permite suponer que tenemos una parte no material (alma, espíritu) que no muere.
No es definitiva porque esa parte inmaterial continúa una existencia con otras características diferentes a las que conocemos mientras estamos «atados» a un cuerpo.
Un seguro de vida es algo que pagamos periódicamente para que cuando nos llegue la muerte, alguien reciba una cierta cantidad de dinero.
Por lo tanto existe en nuestra mente la posibilidad de pensar que pagando una cierta cantidad de dinero, obtenemos una prolongación de los actos de nuestra vida: alguien disfrutará gracias a nuestra contribución económica.
Ahora junto las dos ideas y concluyo que algunas personas pueden pensar que si durante la vida material «pagan» una cierta suma (a veces tan alta que los empobrece), estarán «ganándose» una confortable vida eterna.
¿Cómo «pagan»? El pago se realiza cumpliendo con las exigencias de quien determinará esa «confortable vida eterna»: Dios. En general ese pago consiste en rendirle homenaje, amarlo más a Él que a sí mismo, respetarlo, sacrificarse, entregar lo mejor de sí para homenajearlo, «ahorrar» placeres terrenales.
Si las personas que piensan así cambiaran su parecer y aceptaran que la muerte es total y definitiva, dejarían de «pagar» ese «seguro de vida espiritual eterna y confortable», con lo cual tendrían una vida terrenal más confortable y, sobre todo, contribuyendo al bienestar de los demás, porque no olvidemos que el único inconveniente de la pobres patológicos es el perjuicio que le provocan a la sociedad (por lo que no contribuyen y/o por lo que tenemos que donarles).
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