jueves, 23 de diciembre de 2010

Cadena perpetua

Les comento cuál es una de mis intenciones más secretas, pero que no tiene ningún misterio.

Hay cosas que yo creo saber de mí porque tengo un inconsciente bastante ventilado por haber estado unos cuantos años en análisis.

Algunos de sus contenidos, los comento con ustedes.

El resultado primario es de rechazo.

Mis lectores suelen pensar que eso que digo está equivocado, pero sin embargo, en cada uno queda la idea de que existe un semejante (yo, Fernando Mieres) que dijo, escribió, comentó, algo que quizá no sea el único que lo piensa, siente o sabe.

Es más, quizá se diga: «yo mismo puedo tener esas ideas sobre el incesto, el abandono de los hijos, que soy animal, que soy más egoísta de lo que siempre creí, que el amor depende de la utilidad que me preste el ser amado, etc., etc.».

La cosa es así: a lo largo de nuestra vida aparecen situaciones conflictivas, molestas, dolorosas, que tratamos de evitar, resolver, acomodarlas de alguna manera en nuestra vida para que dejen de incomodarnos.

Algunas de ellas, las negamos. Por ejemplo, rechazamos la idea de que el universo siempre existió. Negamos esta posibilidad, «no nos cabe en la cabeza», podríamos decir apelando a una metáfora bastante elocuente.

Por lo tanto, a partir de esa negación radical, decimos muy confiados: «No hay efecto sin causa» o «Todo lo que existe, alguien lo creó (Dios)».

Algunas situaciones (deseos, intenciones) conflictivas, las reprimimos. Por ejemplo: «Jamás deseé ser el esposo de mi mamá» o «Respeto tanto el derecho de propiedad, que soy incapaz de robar».

Lo negado o reprimido nos pone paranoicos (por temor a que alguien lo descubra) y nos pone agresivos e intolerantes (para que no se nos escapen esos deseos que fueron juzgados, condenados y encarcelados a cadena perpetua).

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