La información (datos, consejos, afectos), transforman
nuestro cuerpo y su funcionamiento.
Como les he comentado en otras ocasiones, la
realidad puede ser interpretada de diferentes maneras, por ejemplo:
— creyendo o no en la existencia de Dios;
— creyendo o no que la medicina clásica (la
que hoy ocupa la mayor parte del mercado) es efectiva en todos los casos o solo
en algunos;
— creyendo o no que el psicoanálisis mejora la
calidad de vida.
Me cuesta creer que alguna de estas opciones
sea verdadera o falsa. Por el contrario me parece que nuestra existencia está
100% gobernada por la naturaleza y que todos nuestros pensamientos son
producciones orgánicas de nuestro cuerpo.
Sin embargo, es probable (a la luz de algunos
hechos) que nuestro pensamiento tenga alguna influencia sobre nuestro
organismo.
En este caso, el 100% de influencia que tiene
la naturaleza sobre nuestro organismo generará resultados diferentes sobre
organismos diferentes.
Por ejemplo: todos los niños que van a la
escuela tienen organismos (cuerpos) 100% gobernados por la naturaleza, pero esa
influencia generará resultados diferentes según la particularidad de cada
cuerpo y algunas de las tantas características singulares de cada cuerpo son:
— si está bien alimentado o no;
— si durmió bien la noche anterior;
— si los padres siempre desearon su nacimiento
o estuvieron a punto de abortarlo;
— si la madre le dijo (o no) al salir de la
casa «Ten cuidado,
Miguelito, evita los vehículos que se te acerquen».
Las
circunstancias mencionadas influirán sobre el cuerpo del niño. Sin ir más
lejos, esta última recomendación («¡ten cuidado!»), hará que el cuerpo de
Miguelito reaccione en forma particular ante las contingencias del tránsito. El
consejo materno quizá le aumentó la sensibilidad, la velocidad de respuesta,
los reflejos automáticos, disminuyéndole la exposición a los accidentes.
En suma: la información genera cambios anatómicos y
fisiológicos.
(Este es el
Artículo Nº 1.547)
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