sábado, 5 de mayo de 2012

La monogamia del hermafrodita




 
La monogamia de fidelidad absoluta permite suponer que estamos completos, que tenemos ambos sexos, que somos hermafroditas.

En otros artículos (1) he comentado con ustedes de dónde sale la expresión «media naranja» para aludir a nuestro cónyuge, a la persona con quien deseamos estar juntos porque sin ella nos sentiríamos tristes, angustiados, incompletos.

En uno de esos comentarios les decía que la sensación de incompletud ocurre desde que (según un mito), fuimos castigados por los dioses quienes, en un arranque de furia (tan frecuente en ellos, digámoslo de paso), nos partieron a la mitad (de tan violentos que eran, digámoslo de paso), y por eso quedamos con esta sensación de soledad cuando no nos acompaña nuestro ser amado.

Algunos psicoanalistas creemos en la existencia del «estadio del espejo».

Este concepto fue propuesto por Jacques Lacan para explicar por qué los niños, cuando tienen alrededor de 18 meses, suelen tener una reacción de alegría (júbilo) cuando se miran en un espejo y (supuestamente), se dan cuenta por primera vez que no están fusionados a todo lo que los rodea como creían sino que son individuos separados.

Ese niño, que se alegró tanto de sentirse individuo, diferente de los demás objetos y personas que lo rodean, en algún momento deja de alegrarse tanto y comienza a desear recuperar aquel estado de supuesta fusión con el todo (Nirvana, sensación oceánica).

Estoy diciendo concretamente, que para muchas personas es preferible infantilizarse, tener una actitud regresiva, abandonar la experiencia de ser individuos adulto, separados, personas.

Cuando el adulto desea volver a su estado anterior a los 18 meses de edad, prefiere pensar que con su cónyuge forman un ser completo, perfecto, autosufienciente, como si fuera hermafrodita.

Para sostener esta deliciosa fantasía es que los humanos buscan la monogamia de fidelidad absoluta.




(Este es el Artículo Nº 1.549)

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