La monogamia de fidelidad absoluta permite suponer que
estamos completos, que tenemos ambos sexos, que somos hermafroditas.
En otros artículos (1) he comentado con
ustedes de dónde sale la expresión «media naranja» para aludir a nuestro cónyuge, a la persona con quien
deseamos estar juntos porque sin ella nos sentiríamos tristes, angustiados,
incompletos.
En uno de
esos comentarios les decía que la sensación de incompletud ocurre desde que
(según un mito), fuimos castigados por los dioses quienes, en un arranque de
furia (tan frecuente en ellos, digámoslo de paso), nos partieron a la mitad (de
tan violentos que eran, digámoslo de paso), y por eso quedamos con esta
sensación de soledad cuando no nos acompaña nuestro ser amado.
Algunos
psicoanalistas creemos en la existencia del «estadio del espejo».
Este
concepto fue propuesto por Jacques Lacan para explicar por qué los niños,
cuando tienen alrededor de 18 meses, suelen tener una reacción de alegría
(júbilo) cuando se miran en un espejo y (supuestamente), se dan cuenta por
primera vez que no están fusionados a todo lo que los rodea como creían sino
que son individuos separados.
Ese niño, que se alegró tanto de sentirse
individuo, diferente de los demás objetos y personas que lo rodean, en algún
momento deja de alegrarse tanto y comienza a desear recuperar aquel estado de
supuesta fusión con el todo (Nirvana, sensación oceánica).
Estoy diciendo concretamente, que para muchas
personas es preferible infantilizarse, tener una actitud regresiva, abandonar
la experiencia de ser individuos adulto, separados, personas.
Cuando el adulto desea volver a su estado
anterior a los 18 meses de edad, prefiere pensar que con su cónyuge forman un
ser completo, perfecto, autosufienciente, como si fuera hermafrodita.
Para sostener esta deliciosa fantasía es que
los humanos buscan la monogamia de fidelidad absoluta.
(Este es el
Artículo Nº 1.549)
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