sábado, 5 de mayo de 2012

Los inconvenientes de la sabiduría


 
Los beneficios de «saber» (adquirir conocimientos) son parciales pues debemos enterarnos de que también tiene contraindicaciones (inconvenientes).

Decimos con mucha convicción que «El saber no ocupa lugar» queriendo significar que «estudiar no tiene límites», que «no hay impedimentos físicos para saberlo todo», que «la ignorancia no está objetivamente justificada».

Es tan fuerte esta convicción que ni se nos ocurre averiguar qué efectos secundarios indeseables tiene «saber».

Una lejana mención respetable a esta duda se remonta al Antiguo Testamento (Libro del Génesis - Biblia) donde, haciendo mención al Jardín del Edén se nos cuenta que Dios le habría prohibido a Adán y Eva comer los frutos del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal.

Como los muy desobedientes comieron esos frutos prohibidos, Dios los expulsó del Paraíso, no para castigarlos sino por temor a que también comieran del Árbol de la Vida y esos humanos se convirtieran en dioses.

Otra lejana mención respetable a las consecuencias indeseables de «saber» podemos hallarla en el mito de la Caja de Pandora.

Según cuenta esta leyenda, la mencionada diosa recibió el encargo de trasladar un ánfora de un lugar a otro, con la expresa recomendación de que la conservara cerrada. Como ella no pudo controlar su deseo de saber, la abrió y se esparcieron todas las enfermedades que aún nos afectan.

La curiosidad es una expresión de angustia.

Queremos saber por temor a lo desconocido. Buscamos las causas de lo que nos afecta suponiendo que mientras estas causas sean desconocidas no podremos atacarlas para destruirlas y terminar con el malestar que nos preocupa, al que suponemos ser el comienzo de lo que terminará matándonos.

Es el inevitable temor al dolor y a la muerte lo que estimula nuestra curiosidad y nos «obliga» a conocer hasta lo que no desearíamos saber.

(Este es el Artículo Nº 1.555)

La monogamia del hermafrodita




 
La monogamia de fidelidad absoluta permite suponer que estamos completos, que tenemos ambos sexos, que somos hermafroditas.

En otros artículos (1) he comentado con ustedes de dónde sale la expresión «media naranja» para aludir a nuestro cónyuge, a la persona con quien deseamos estar juntos porque sin ella nos sentiríamos tristes, angustiados, incompletos.

En uno de esos comentarios les decía que la sensación de incompletud ocurre desde que (según un mito), fuimos castigados por los dioses quienes, en un arranque de furia (tan frecuente en ellos, digámoslo de paso), nos partieron a la mitad (de tan violentos que eran, digámoslo de paso), y por eso quedamos con esta sensación de soledad cuando no nos acompaña nuestro ser amado.

Algunos psicoanalistas creemos en la existencia del «estadio del espejo».

Este concepto fue propuesto por Jacques Lacan para explicar por qué los niños, cuando tienen alrededor de 18 meses, suelen tener una reacción de alegría (júbilo) cuando se miran en un espejo y (supuestamente), se dan cuenta por primera vez que no están fusionados a todo lo que los rodea como creían sino que son individuos separados.

Ese niño, que se alegró tanto de sentirse individuo, diferente de los demás objetos y personas que lo rodean, en algún momento deja de alegrarse tanto y comienza a desear recuperar aquel estado de supuesta fusión con el todo (Nirvana, sensación oceánica).

Estoy diciendo concretamente, que para muchas personas es preferible infantilizarse, tener una actitud regresiva, abandonar la experiencia de ser individuos adulto, separados, personas.

Cuando el adulto desea volver a su estado anterior a los 18 meses de edad, prefiere pensar que con su cónyuge forman un ser completo, perfecto, autosufienciente, como si fuera hermafrodita.

Para sostener esta deliciosa fantasía es que los humanos buscan la monogamia de fidelidad absoluta.




(Este es el Artículo Nº 1.549)

La información y los cambios corporales


 
La información (datos, consejos, afectos), transforman nuestro cuerpo y su funcionamiento.

Como les he comentado en otras ocasiones, la realidad puede ser interpretada de diferentes maneras, por ejemplo:

— creyendo o no en la existencia de Dios;
— creyendo o no que la medicina clásica (la que hoy ocupa la mayor parte del mercado) es efectiva en todos los casos o solo en algunos;
— creyendo o no que el psicoanálisis mejora la calidad de vida.

Me cuesta creer que alguna de estas opciones sea verdadera o falsa. Por el contrario me parece que nuestra existencia está 100% gobernada por la naturaleza y que todos nuestros pensamientos son producciones orgánicas de nuestro cuerpo.

Sin embargo, es probable (a la luz de algunos hechos) que nuestro pensamiento tenga alguna influencia sobre nuestro organismo.

En este caso, el 100% de influencia que tiene la naturaleza sobre nuestro organismo generará resultados diferentes sobre organismos diferentes.

Por ejemplo: todos los niños que van a la escuela tienen organismos (cuerpos) 100% gobernados por la naturaleza, pero esa influencia generará resultados diferentes según la particularidad de cada cuerpo y algunas de las tantas características singulares de cada cuerpo son:

— si está bien alimentado o no;
— si durmió bien la noche anterior;
— si los padres siempre desearon su nacimiento o estuvieron a punto de abortarlo;
— si la madre le dijo (o no) al salir de la casa «Ten cuidado, Miguelito, evita los vehículos que se te acerquen».

Las circunstancias mencionadas influirán sobre el cuerpo del niño. Sin ir más lejos, esta última recomendación («¡ten cuidado!»), hará que el cuerpo de Miguelito reaccione en forma particular ante las contingencias del tránsito. El consejo materno quizá le aumentó la sensibilidad, la velocidad de respuesta, los reflejos automáticos, disminuyéndole la exposición a los accidentes.

En suma: la información genera cambios anatómicos y fisiológicos.

(Este es el Artículo Nº 1.547)

Policías y jueces nos salvan de Dios


 
Nuestro cerebro cree que todo delincuente, no solo perjudica a su ocasional víctima sino que nos perjudica a todos.

Es probable que el inconsciente de millones de personas contenga las siguientes ideas:

Parten del supuesto que existe un Dios que, con un criterio similar al que tiene un padre humano muy severo aunque protector, está observando nuestras acciones, tan dispuesto a premiarnos por la buena conducta como a castigarnos despiadadamente por las malas acciones.

Ese Dios tiene un criterio tan severo que evalúa nuestro comportamiento, no a nivel de individuos sino a nivel del colectivo que integra cada individuo.

En otras palabras, si un hombre del grupo A comete una mala acción, Dios no castigará solamente a ese hombre sino que castigará a todo el grupo A.

La Ley divina dice muy claramente: «Pagarán inocentes por pecadores», es decir que las malas acciones nunca son individuales sino que son colectivas.

Quienes creen en la existencia de un Dios que nos vigila como un padre severo y dispuesto a castigar al colectivo y no solo al transgresor, deducen que, para evitarnos la ira de Dios, es necesario que todos y cada uno tengamos derecho a ser policías y jueces.

Esta creencia es muy coherente pues cada mal ciudadano, no está perjudicando a la víctima individual, sino que nos está perjudicando a todos porque nos está exponiendo a que la justicia divina nos castigue a todos los inocentes.

Aunque hablé de varios millones que tienen esta creencia como si fuera una verdad incuestionable, tendría que decir que así pensamos todos los seres humanos, porque el cerebro en nuestra especie funciona de este modo.

Así se explica por qué nuestras sociedades han creado instituciones como la policía y los jueces: para reprimir a quienes nos exponen a ser castigados injustamente por Dios.

(Este es el Artículo Nº 1.546)

Los pobres hacen ofrendas a los ricos


 
Los humanos entregamos lo mejor de nuestra producción como ofrenda a los dioses que (según creemos) nos protegen.

Hace décadas que el dólar es una moneda de pago internacional. Desde que la Comunidad Económica Europea puso a funcionar el Euro, el dólar perdió esa presencia hegemónica entre los países miembros de dicha comunidad.

Desde que el dólar desplazó a la Libra Esterlina (inglesa) como unidad de pago planetaria, el enriquecimiento de los norteamericanos empezó a crecer.

¿Qué significa que el dólar ocupe este lugar en la economía mundial?

Lo que significa es que todo lo que compra EEUU a otros países lo recibe gratis. ¿Se imagina cómo mejoraría su economía personal si sus proveedores no le cobraran lo que les «compra»?

Desde hace décadas ocurre esto con los norteamericanos. Si compran lana, café o petróleo, pagan con dólares, que no son otra cosa que «papelitos» fabricados por ellos mismos cuyo costo (papel y tinta) es casi cero.

¿Somos tontos los humanos?

Por supuesto que sí. Tan tontos que no nos damos cuenta que somos tontos.

El fenómeno ocurre en el área de nuestra religiosidad.

Es normal en el ser humano que adoremos a dioses en la creencia que son imprescindibles para seguir vivos, sanos y con algo para comer.

Los creyentes están dispuestos a darle lo mejor de su producción como ofrenda a esos dioses. Estos «regalos» funcionan como soborno, para que la deidad priorice su ayuda a quienes más ofrendas hacen.

Quienes seguimos considerando al dólar como nuestra moneda de referencia, quizá pensemos que el pueblo norteamericano es nuestro dios y por eso le hacemos ofrendas en forma de ventas que pagan con «papelitos».

Nota: Quizá cincuenta millones de mexicanos son pobres porque le hacen ofrendas al hombre más rico del mundo, el también mexicano, Carlos Slim.

(Este es el Artículo Nº 1.521)