martes, 4 de septiembre de 2012

Las religiones autorizan propuestas insólitas




 
«Si gente muy inteligente divulga su creencia en Dios, mi libertad para proponer ideas insólitas es casi infinita».

En los lugares donde se juntan muchas personas (para hacer trámites, para ser entrevistadas, para ser examinadas), suele haber algún cartel que dice: «Espere a ser llamado», «Para ser atendido, saque número», «Manténgase detrás de la línea amarilla».

En general, las personas que respetan estas indicaciones son una mayoría. Las que no las respetan suelen ser personas con alguna deficiencia mental o educativa.

Por ejemplo, quienes no entienden la cartelería es razonable que no la respeten; los niños no tienen noción de línea amarilla que no permite pasar en tanto ellos observan que fácilmente se la puede trasponer; unos pocos ciudadanos no pueden evitar hacer exactamente lo contrario a lo que se les pide.

A nivel de humanidad (el agrupamiento mayor), esa línea amarilla parece estar tatuada en la mente de algunas personas, quienes se sienten inhibidas para pensar de forma alternativa a como se les dijo que pensaran.

Algunos románticos sueñan con recobrar la mentalidad infantil, esa que desconoce lo que son las «líneas amarillas» infranqueables.

Para reforzar esta parálisis, esas mismas personas están convencidas de que tienen la libertad de hacer y de pensar lo que quieren. Es decir: son presidiarios que se creen libres; no pueden pensar algo distinto a lo que les enseñaron, pero igual se imaginan capaces de tomar cualquier decisión. Son apóstoles del libre albedrío, que en una especie de círculo vicioso, no pueden dejar de pensar de una única manera, que rechazan cualquier idea distinta, que se ofuscan con quienes no comparten sus creencias.

No sé por qué soy ateo, pero serlo me permite razonar así: «Si gente muy inteligente divulga su creencia en Dios, mi libertad para proponer ideas insólitas es casi infinita».

(Este es el Artículo Nº 1.677)

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