El rol de «chivo expiatorio» dentro de un grupo funciona inconscientemente: uno busca ser «inmolado» y otros lo «sacrifican».
Según nuestro D.R.A.E. (1), la expresión
«chivo expiatorio» significa: «1.
m. Macho cabrío que el sumo sacerdote
sacrificaba por los pecados de los israelitas.»
Esta idea es demasiado absurda como para que
pueda entenderse sin una explicación:
Seres humanos inteligentes, sabios,
prestigiosos, mataban un chivo para que un temible dios saciara su sed de venganza
contra los pecados de los humanos.
Repito: los humanos mejor dotados
intelectualmente creían, no solamente en la existencia de por lo menos un dios,
sino que además suponían que ese dios podría castigarlos si alguien no pagaba
por las culpas. En esta lógica estaban seguros de que matando un animal
doméstico todos los humanos amenazados por la furia rencorosa de la deidad
quedarían eximidos del temible castigo.
Una vez recuperados de la extrañeza, podríamos
suponer que esto ocurría con humanos pertenecientes a culturas muy antiguas,
primitivas, incultas.
No es tan así: actualmente existen personas
que inconscientemente se ofrecen como «chivo expiatorio», se ofrecen para ser inmolados, sacrificados, para
que, en plena fantasía inconsciente, sientan placer imaginándose salvadores del
grupo que los «ofrenda».
Esta
situación se estudia en «psicología de grupos» y, como no podía ser de otra
manera, resulta algo muy interesante de conocer.
Lo más
difícil de entender en este tipo de fenómenos es, como siempre ocurre, cómo
funciona nuestro inconsciente.
Efectivamente,
ni el «mártir» ni los «sacerdotes» que lo sacrifican, más concretamente, ni el
empleado que siempre parece culpable de todo ni quienes descargan sobre él toda
la responsabilidad de lo que sale mal, se dan cuenta que están cumpliendo un
rito primitivo de inmolar un chivo para calmar la furia de alguna deidad: el
gerente, el cliente que reclama, el inspector que sanciona.
(Este es el
Artículo Nº 1.673)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario