jueves, 4 de octubre de 2012

Lo prohibitivo



      
Podría decirse que los bienes y servicios ‘prohibitivos’ no son molestos para todo el mundo.

En la Biblia, en el libro del Génesis (Gen 2, 16-17), encontramos la primera prohibición. Dios le dijo al hombre: “Come si quieres del fruto de todos los árboles del paraíso: Mas el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas: porque en cualquier día que comieras de él, infaliblemente morirás.

Según el Diccionario combinatorio del español contemporáneo dirigido por Ignacio Bosque, la palabra «prohibitivo» se la encuentra asociada con los siguientes vocablos: cantidad, cifra, coste, gasto, nivel, precio, suma.

Ejemplos: «El precio del alquiler es ‘prohibitivo’»; «Ciertas necesidades están en un nivel ‘prohibitivo’»; «Podremos casarnos cuando el coste de vida deje de ser ‘prohibitivo’ para nuestros ingresos».

Se le atribuye al escritor español Camilo José Cela (1916-2002): “Prohibir por prohibir es más cómodo que eficaz y también más arbitrario que inteligente.

Me animaría a decir que las prohibiciones son un condimento social. Ellas nos alteran la convivencia interponiéndole obstáculos a la libertad.

Si observamos lo que realmente ocurre, tendríamos que concluir que ni las prohibiciones son tan antipáticas ni la libertad es tan deseada.

En este blog he comentado muchas veces la más grande de las prohibiciones: la prohibición del incesto, esa que nos impide de forma totalmente silenciosa, discreta pero fortísima, tener relaciones sexuales con nuestros familiares.

Tanto la moderada molestia que nos provocan las prohibiciones, como la moderada satisfacción que sentimos con la libertad, como la relativa comodidad como sobrellevamos la prohibición del incesto, nos llevan a pensar que los precios ‘prohibitivos’ quizás no sean universalmente molestos como se piensa.

Si aceptáramos esto, también podríamos decir que evitar tener mucho dinero nos aumenta la cantidad de bienes y servicios que nos resultan ‘prohibitivos’.

(Este es el Artículo Nº 1.675)

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