jueves, 14 de octubre de 2010

Dios y el capitalismo

A la hora de irse a dormir, todos los agricultores de aquella comarca, rezaban pidiéndole a Dios que tuvieran buenas cosechas. Y Él nunca los defraudaba.

Cerca de allí, pero en una casa parecida a un palacio, ubicada sobre una colina, un rico magnate se arrodilla cada noche para pedirle a Dios que los agricultores de aquella comarca tengan buenas cosechas. Y Él nunca lo defraudaba.

¿Si Dios nunca defraudó a nadie, por qué entonces unos son tan pobres y otro es tan rico?

Porque las grandes cosechas que obtenían los agricultores hacían que la tonelada de granos tuviera precios miserables. El magnate compraba toda la producción, la guardaba un tiempo en sus grandes galpones y luego la vendía a precios exorbitantes.

Todos los domingos, Dios y el párroco contaban con buena concurrencia en la misa.

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