Flotando junto con otros en un mar de refranes, sentencias, aforismos, máximas y demás saberes condensados, hay uno que se le atribuye a un imaginario sacerdote y que dice «Haz lo que yo diga pero no lo que yo haga».
La recomendación sugiere con malicia anticlerical, que los curas no predican con el ejemplo sino todo lo contrario. No trabajan, se dan todos los gustos y sexualmente detentan una incontenible actividad.
Sin embargo podemos encontrar en esta situación algo muy humano y comprensible.
Ellos son la parte tangible de un fenómeno absolutamente intangible. Su forma de vida se basa en la difundida creencia de que existe un ser superior (Dios) que interactúa con los humanos usando a la iglesia como la intermediaria oficial.
Pero no es ésta la única forma de vida que depende de algo imposible de demostrar y donde predomina un pensamiento mágico propio del ser humano más primitivo.
Todos los institutos de enseñanza, las empresas de asesoramiento y la gran cantidad de libros técnicos que se comercializan día a día, responden a la sentencia: «Haz lo que yo diga pero no lo que yo haga».
Efectivamente, es un hecho demostrado que «los conocimientos se compran pero que los artes y oficios se roban».
Quienes realmente quieren ganar dinero con un cierto arte u oficio, deberán contar con ciertos conocimientos básicos, pero la habilidad para vender esa destreza y poder vivir de ella surge de la experiencia propia, de superar fracasos, de correr riesgos, de insistir, de tener paciencia y de un poquito de suerte.
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