jueves, 14 de octubre de 2010

La ciencia trae mala suerte

Los humanos queremos saber cómo funcionamos para poder hacer algo en nuestro favor y evitarnos las sorpresas desagradables.

Nos gustaría saber qué deseamos exactamente para no sentirnos tan abrumados ante nuestros cambios de parecer. Comenzamos el día deseando contraer matrimonio y al promediar la tarde estamos pensando que esa sería una mala idea. Comenzamos una Auto rojo.jpg llenos de entusiasmo y a los dos años nos parece que lo más interesante está en otro lado.

Un gran adelanto logrado por el pensamiento psicoanalítico es entender que no gobernamos nuestra conducta sino que apenas tenemos una co-participación. El centro de poder está en el inconciente de cada uno de nosotros. Es desde ahí de donde salen las órdenes que difícilmente dejamos de cumplir. ¿Por qué tengo estas ganas irrefrenables de volver a fumar después de no probar un cigarrillo en cuatro años? ¿Quién me manda a decirle al vecino que debería hablar con su hija que todos los días llega de madrugada traída por hombres distintos? El inconciente: no hay otro.

Es angustiante sentirnos como una marioneta manejada por un titiritero imprevisible. Como es tan desagradable enterarnos de esta mala noticia, negamos las informaciones que el psicoanálisis tiene para darnos.

Ya antes habíamos tenido otras dos malas noticias bastante hirientes para nuestro amor propio.

Cuando a Copérnico se le ocurrió decir que nuestro planeta no está en el centro del universo, casi lo matan. La humanidad entera se sintió ofendida por la falta de respeto que estaba teniendo este señor mal educado.

Tras cartón a Darwin se le ocurre afirmar que no somos una creatura fabricada por un ser maravilloso (Dios) sino que apenas somos un mono con mejoras.

Y como no hay dos sin tres, aparece Freud para decirnos que somos gobernados por un inconciente, que carecemos de autonomía y otras malas noticias. ¿Quién podría aceptar el psicoanálisis con estos antecedentes?

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