Una buena y divertida manera de aprender psicoanálisis es decodificar la simbología que se encuentra en la mitología de cualquier pueblo. Los hispanoparlantes parece que tenemos preferencia por la griega y la latina.
Pigmalión era un gobernante, sacerdote y escultor de Chipre que esculpió a una bella mujer que llamó Galatea. La hizo tal como el quería que fuera, se enamoró de ella y algún dios le hizo el favor de darle vida, gracias a lo cual logró lo que más deseaba: casarse con la mujer de sus sueños.
A este mito se le puede entrar por varios lados, pero uno de los abordajes posibles es reconocer en él cuánto tenemos los humanos de hacedores de semejantes perfectos. Algunos dicen que Dios nos hizo a su imagen y semejanza y otros dice que nosotros hicimos a Dios a nuestra imagen y semejanza. Sobre esta última opción es que estoy escribiendo.
Algunos psicólogos creen saber qué le conviene a su paciente y por eso tratan de guiarlo hacia el objetivo que ellos creen que es el más correcto. Estos psicólogos cuentan con sus adherentes y pueden acreditar éxitos terapéuticos que legitiman su práctica clínica.
Valdría la pena dejar mencionado que también existen pacientes que no necesitan que nadie les diga cuál es su mejor objetivo sino que buscan en el psicólogo una oreja y una voz neutrales que le señalen aquello que por falta de distancia óptima no pueden apreciar de sí mismos.
Los psicólogos al estilo Pigmalión atienden a quienes prefieren delegar en el profesional el diseño de su personalidad y los otros atienden a quienes sólo quieren aprender el arte del diseño para convertirse en escultores de sí mismos.
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