jueves, 14 de octubre de 2010

La señora Lirio de los Campos

Copio y pego de la Biblia (Nuevo Testamento)

Mateo 6:25-27
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?”

Así les hablaba Jesús a sus discípulos, tratando de que entendieran que lo único importante en la vida de un ser humano es adorar a Dios y que todo lo demás viene solo.

De hecho su prédica consistía en reformular la escala de valores de sus oyentes. Agregaba la información de que nosotros somos la especie más amada por el creador y permanente gobernador de todos los asuntos terrenales. Terminaba afirmando que todo esfuerzo es vano porque nadie podrá agregar un sólo día a su vida (añadir a su estatura un codo).

Todo hispanoparlante conectado a Internet está influido por esta prédica, aunque se sepa ateo radical. Descalificar esta doctrina sería un autoengaño. Podremos estar en desacuerdo concientemente, pero de que estamos influidos por esta tradición milenaria, no tengan duda.

Entonces, así como un ciego puede tener una vida plena si sabe cómo compensar la pérdida de un sentido tan importante como el de la vista, todos tenemos que saber cuál es la influencia ideológica que hemos recibido y que nos induce a copiar las formas de vida de aves, animales y plantas así como también entender por qué a veces nos creemos seres superiores y nos sentimos indignos cuando tenemos que trabajar, sudar, preocuparnos, ahorrar, y otras bajezas que no se merecen los hijos predilectos de Dios.

La vida en sí es una lucha, pero con esta prédica instalada en nuestros intelectos, tenemos que enfrentarnos a las dificultades cotidianas como si tuviéramos una mano atada o estuviéramos ciegos sin saberlo (que es aún más grave que sabiéndolo).

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