jueves, 14 de octubre de 2010

Los autos rojos son más veloces

Las personas en general suponemos que adherimos a una cierta ideología, creencia o religión luego de haber hecho las evaluaciones necesarias entre todas las opciones conocidas.

Alguien puede decir que es católico porque ésta es la única religión que reúne todas las condiciones de bondad, amor y respeto a Dios. Otro puede decir que luego de un cuidadoso análisis de las principales opciones (capitalismo, anarquía y socialismo), se convenció de que lo mejor para la humanidad es el socialismo porque contempla las diferentes capacidades de los individuos, evitando la injusticia distributiva.

Todo esto sucede a pesar de que nadie se recuerda a sí mismo buscando información sobre todas las ideologías, reuniendo datos, evaluando, discutiendo, consultando y finalmente decidiendo.

Cada vez que surge la ocasión, vemos a alguien defendiendo con pasión su religión, su cuadro de fútbol, su partido político. Despliega un surtido de fundamentos como si estos hubieran sido los que lo llevaron originariamente a abrazar esta opción.

Sin embargo nada de esto sucede realmente. Elegimos la idea, la religión, el partido político o la postura ideológica que sea porque es la que mejor justifica lo que queremos que suceda pues aquella instancia de estudio, evaluación y selección cuidadosa, nunca existió. En este tipo de elecciones sólo nos guía la búsqueda de placer... y es legítimo que sea así.

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