jueves, 14 de octubre de 2010

¡Qué buen ejemplo de intolerancia!

El ser humano se comió una manzana y Dios condenó al macho a ganarse el pan con el sudor de la frente y a la hembra a parir con dolor. ¡Qué mal ejemplo!

Si bien esto es un mito bíblico, muchos lo aceptan como un dato histórico y los que no, igual piensan que algo parecido debió suceder.

Lo que me parece pésimo es que un ser tan superior tenga esa conducta tan intolerante, agresiva, violenta, vengativa, desproporcionada.

Todos queremos ser tan perfectos como Dios (a sabiendas que no lo lograremos plenamente), pero lo que sí podremos lograr es adquirir esos rasgos tan antisociales.

La Sagrada Biblia nos está convirtiendo en:

— haraganes (porque ¿quién no va a procurar eludir el castigo de trabajar sabiendo que él no hizo nada?);

— intolerantes («si Dios se mostró tan irascible, ¿qué puede esperarse de un débil mortal como yo?»);

— sádicos (si comer una manzana dio para tanto, ¿qué puede esperarse de mí cuando me entere quién me robó el calzado Nike que aún no terminé de pagar?).

¿Para qué sirve este comentario? Para tener en cuenta que estamos recibiendo un pésimo ejemplo, tan beatificado como para no poder dejar de imitarlo.

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